![]() APRENDIENDO A VIVIR (V) Cuántas cosas se aprenden con el paso del tiempo, pero lo mejor acontece durante la juventud y la adolescencia. ¡No te parece Marco! Son aprendizajes de vida. Yo –precisó Él- así les llamó. Difícilmente se olvida cuando conoces y aprendes algo nuevo y la circunstancia en que se dio. La primera vez de un hecho, aunque se pueda llegar a repetir en el correr de los años, es la que prevalece. Es la que forma parte de nuestra historia personal. No crees Marco que sería interesante hacer una encuesta en la escuela para saber qué tipo de experiencias tuvieron compañeros y compañeras en su infancia y juventud y si de alguna forma dejaron huellas que se manifiestan ahora en la adolescencia. De esa forma podríamos conocer, además, algunas de sus intimidades, sus gustos, sus fobias y vicios. Eres un morboso. No sé cómo no te avergüenza proponer algo así, como si hurgar en la vida de los demás fuera algo por lo que uno se pudiera sentir orgulloso. Eso es degradante y habla muy mal de ti. Bájale Marco, ni que fuera para tanto. Él le explicó que únicamente se trataría de tener información extra para saber de qué manera hay que comportarse con cada una de las personas con las que conviven cinco días de la semana. En serio que hasta me da pena ser tu amigo -escuchó Él decir a su amigo-. Lo anterior lo recordó Él en uno de los tantos momentos de retrospección en los que se sumergía para evaluar qué tan conforme o inconforme, que tan feliz o infeliz se sentía con la forma en que ha vivido su vida, de la que afirmaba nada cambiaría si la volviera a vivir desde un principio. No hay arrepentimientos, si lamentaciones, pero nada más. Las experiencias afortunadas y las desafortunadas dejan igualmente una huella, un aprendizaje que se refleja en el comportamiento de la vida adulta. Quien se arrepienta de lo vivido será porque es presa de los remordimientos que lo atormentarán para siempre, hasta la vejez y quizá hasta el último minuto antes de morir. La vida es para disfrutarse y Él se jactaba de haberla vivido hasta ese momento cómo quiso y de acuerdo a cada una de las circunstancias en que se encontraba, fuera con la familia, con los amigos, con las novias y las amigas con derechos. Si fue de acuerdo a las normas impuestas por la sociedad bien, si no, también, pues no se puede tener una vida plena cuando se tiene, por obligación, que quedar bien con los demás o cuando hay prohibiciones. No. Y repetía constantemente la frase inventada entre amigos “Nada sin exceso, todo con el sexo”. Lo que importa es estar bien con uno mismo, estar convencido de lo que se quiere y tratar de conseguirlo de la mejor manera. Que eso implica romper muchas normas, sí, pero vale la pena arriesgarse al cuestionamiento de quienes no están de acuerdo con uno, pues nadie somos “monedita de oro” y por tanto hay a nuestro alrededor gente que está de acuerdo y comulga con nuestra forma de ser, así como opositores que rehúyen la presencia y amistad de quienes consideran son unas lacras. Nunca a nadie, afirmaba Él, se le da gusto, para bien o para mal, y por ese motivo siempre trató de hacer lo que se proponía sin medir consecuencias, lo más libre posible de ataduras sociales, morales o religiosas. Uno de sus principales cuestionadores fue precisamente Marco, con quien convivió muy cercanamente durante el bachillerato y a quien llegó a confesar parte de lo que llamaba sus aprendizajes de vida, con los cuales, en su mayoría, su amigo no estuvo de acuerdo. Recordó la ocasión en que Marco le dijo con sarcasmo, sí que has tenido experiencias y aventuras. Sean reales o inventadas, tienen su atractivo y hasta puede que sean envidiables. A mi nada así me pasó, pero no por eso te envidio. Mi vida ha transcurrido muy apacible, tú dirías que aburrida, pero a mí me gusta así y no la cambio. Desde la primaria siempre me junte con niños. A las niñas nunca las vi con morbo, como tú. Jugábamos, corríamos y participábamos en los festivales de la escuela. A esa edad no bese a una niña, no sentía siquiera curiosidad. Lo más atrevido con niñas y jóvenes era cuando íbamos a nadar al río, allá en el pueblo de mis papás, o cuando paseábamos a algún balneario. Después de escuchar lo anterior, Él observó en Marco una extraña expresión. Su mirada era fija, seria e inquisitiva. Luego cambió y en su rostro apareció una mueca burlona acompañada por un movimiento de cabeza de derecha a izquierda y viceversa, y emitió el sonido de una M prolongada: mmmm. Con lo que me has platicado es suficiente para darme cuenta de por qué eres como eres. Crees que sabes mucho de la vida y de las mujeres porque aprendiste rápido, pero no. Eres mala onda con las chavas que son tus novias; más que eso, eres mala madre. Te vale madre si las lastimas. Únicamente te importa el faje. Si no te hacen jale, las ignoras y te buscas con quien cotorrear. Te sientes muy fregón. Tu comportamiento me confirma que lo que dices que te paso de chavo de nada te sirvió, no lo aprovechas para tener un mejor comportamiento con las mujeres. Todo se te hace muy fácil y te molestas cuando no logras lo que quieres. Él lo interrumpió para decirle que podrá ser mala onda o un cabrón, pero no mala madre, porque a las chavas con que cotorrea no las engaña, les hace saber que no le gusta andar de manita sudada, y daba por asentado que sabían a lo que se refería. ¿A poco crees que ellas son toda seriedad y decencia? También hay chavas cabronas. Si eres bien portado piensan que eres pendejo. Y yo prefiero que digan que soy un cabrón y no un pendejo del que se puedan reír. Entonces –riño Marco- ¿Por qué haces novia a chavas que no les gusta el desmadre? Tú las conoces. ¡Ah! Pero si alguna que es tranquila te gusta, a como dé lugar la quieres ligar y andas detrás como perro. Y, lo peor es que te hacen caso. ¡Claro! Hay que tener poder de convencimiento. Hay que ser labioso. –Alardeó Él con cinismo-. Bueno, Marco ¿por qué me atacas? Como consecuencia del reproche de su amigo, por un tiempo, sin saber por qué, Él no dejó de pensar en eso de ser mala madre. No por tener remordimientos sobre su forma de ser y conducta. Lo desconcertó la actitud puritana de Marco, sus cuestionamientos, que sabía sinceros, porque platicaran o discutieran sobre cualquier tema, estuvieran de acuerdo o no, no se comportaba así. Algo de lo que le conté, seguramente le molestó. Se llevaron bien casi desde conocerse al entrar al Colegio de Ciencias y Humanidades a estudiar el bachillerato, a pesar de que en cuanto a música, diversiones y muchachas, los gustos eran diferentes. Marco era serio, mesurado y juicioso. Él, alocado, impulsivo e irreverente. Marco buscaba chicas acordes a su forma de ser; a Él le daba igual. Bastaba que le gustaran y que fueran de jale. Ninguno preguntaba por qué andas con tal o cuál. Que si es seria o relajienta, guapa, medio guapa o fea, flaca o gorda, chaparra o alta, morena o clara, de buenos pechos y nalgas regulares, o no. Les gustaba hablar de política, a causa de la costumbre de los maestros que en su mayoría participaron en las manifestaciones de los movimientos estudiantiles del 68 y el 71, de hacer alusión en sus clases a la política represiva de los presidentes asesinos Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, a la falta de libertad en el país para expresarse y manifestarse, a la persecución y encarcelamiento de los opositores y críticos al sistema, a la existencia de grupos paramilitares y guerrilleros en Guerrero y estados del norte, al hostigamiento de Estados Unidos contra Cuba, y al intervencionismo del gobierno gringo en Vietnam. En muchas ocasiones, al unísono y a grito abierto les mentaron la madre a los asesinos de estudiantes el 2 de octubre en Tlatelolco y el 10 de junio en el Casco de Santo Tomás, y a su séquito de arrastrados y cómplices, igual que a los pinches presidentes gringos que se creen los policías del Mundo. Disfrutaban –más Él que Marco- la naranjada Bonafina en tetrapak combinada con ginebra, y echar cotorreo con los compañeros. Pero para Marco primero estaba el estudio, luego las chavas y el despapaye; para Él, lo contrario, aunque en ningún semestre reprobó materias, no porque fuera buen estudiante, sino más bien, porque Marco lo apoyaba igual que a otros compañeros con clases fuera de la escuela, explicando lo que no entendían de matemáticas, biología, química y física, materias que para Él sirven para nada y para pura chingada cuando se piensa estudiar una carrera del área de Ciencias Sociales. Así eran. Pero a Él le calo que Marco haya dicho que es mala madre con las muchachas. Eso lo hizo cavilar y retroceder al tiempo de estudiante de secundaria, cuando ingresó a una escuela Técnica Industrial y Comercial unos meses previos a los 13 años, lo llevó a recordar sus primeros noviazgos y a la chava de mayor edad que vivía por su casa y con la que anduvo cuándo cursaba el tercer año, que lo instruyó en lo que según ella era un noviazgo y de la que aprendió muchas cosas; con las que reforzó sus habilidades para el baile tras haber entendido la importancia que tiene saber moverse al ritmo de la música para relacionarse con las mujeres. Ese plus de su personalidad lo aprovechó cada vez que se presentaba una oportunidad. Su mamá a los seis años le enseñó los pasos básicos del danzón y, sabiamente, le dijo: a partir de esto podrás bailar lo que sea, cualquier ritmo. ¡No se equivocó! Así es que noviero y bailarín, Él se sentía diferente a la mayoría de sus compañeros de secundaria, quienes mientras él observaba en el descanso a las compañeras, sus senos y curvas que ya se hacían notorios, más en unas que en otras, ellos preferían corretear el balón y hacer boberías. Entre los de segundo y tercero había quienes ya les echaban los canes a las chavas o eran novios a escondidas. Con ellos hizo migas porque se dieron cuenta que era como a ellos, que les gustaba el desmadre y robar tortas, frutas o gelatinas, lo que empezó a hacer Él luego de que un día sacaron de su mochila el desayuno que le había preparado su mamá, quedándose sin saborear el sándwich con frijoles refritos, jamón, queso blanco y chiles en vinagre. La escuela era grande. Al frente había un jardín cercado con malla, pues no era público, con bancas en los andadores de tezontle rojo que contrastaban con el verde del poco pasto y algunos árboles; en el interior había jardineras con plantas ornamentales. En la parte de atrás del terreno, la pista de atletismo rodeaba las canchas de básquet y volibol. Pasando el portón de la entrada principal, antecedido por el estacionamiento, a la izquierda estaban las oficinas de la dirección y del lado derecho el auditorio, separados por un amplio espacio cuadrado techado; seguía un patio grande rodeado por los salones y las instalaciones de los diferentes talleres, y entre ese espacio y el área de educación física, en el pasillo que los comunicaba, la cafetería. Los directivos y maestros, no obstante aplicar una estricta disciplina, eran asiduos promotores de las fiestas escolares, pero no únicamente de las tradicionales de bailables folclóricos para festejar el Día de las Madres y el 15 de Septiembre, sino también de las que involucraban bailes de cumbia, de rock and roll de los 60’s en inglés y español, y de grupos actuales para la interacción y divertimento del alumnado; las última dos horas se suspendían clases. Los motivos para celebrarlas eran el fin de cursos, la Navidad y Año Nuevo, y el día del Estudiante. Otras ocasiones, en domingo, se realizaban tardeadas con grupos de rock en vivo para colectar dinero que se empleaba en hacer mejoras a las instalaciones o para apoyar en la graduación de quienes concluían tercer año. Estas fiestas y las de diciembre eran las mejores porque se podía vestir ropa de calle. La figura de las compañeras cambiaba y mejoraba demasiado cuando llegaban ataviadas de vestido o falda arriba de la rodilla, medias y zapatos de tacón; maquilladas y peinadas a la moda. Él y los demás lucían pantalones acampanados y camisas de cuellos y puños anchos. ![]() Durante el primer año Él fue más o menos calmado. No tuvo novia. Platicaba igual con compañeras de su grupo, de las que sólo dos le gustaban, que con las de segundo, entre quienes había chavas más guapas y físicamente en vías de desarrollo. Tenía pocos amigos y la afinidad con ellos era que no gustaban pasar el tiempo libre jugando. Hablaban de música, más que nada de rock pesado, como se le identificaba a lo que tocaban Grand Funk, Deep Purple, Jimmy Hendrix, las bandas Chicago, Rare Heart y Blood, Sweat and Tears, Santana Abraxas, sus “Satánicas Majestades” los Rolling Stones, la Crema, los Doors, los Kinks, Iron Buterflay, Janis Joplin “La Bruja Cósmica”, y de los Beatles, cuya película Let It Be recién había llegado a México, de los Animals, los Monkees, los Creedence, y de cantantes de baladas como B.J. Thomas, Neel Diamond y Steve Wonder, que escuchaban en radio Capital, La Pantera o Radio Éxitos.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
January 2020
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