De guerrillero a dictador Rafael Cienfuegos Calderón En los albores del Siglo XXI somos testigos (mudos) de una realidad que creía estaba superada: el ejercicio de la brutalidad de las fuerzas armadas de un gobierno contra su pueblo para mantenerse y perpetuarse en el poder, como ocurrió el siglo pasado en países de Centro y Suramérica. La represión que ocurre en Nicaragua contra la población a partir de abril del presente año –que a pesar de la desaprobación y repulsa internacional no se detiene- me provoca náuseas, decepción, tristeza y resentimiento. ¿Por qué ese estado de ánimo? Porque el triunfo de la insurrección popular sobre el somocismo abrió la posibilidad de que las dictaduras de otros países de la región cayeran, porque puso al descubierto los profundos nexos económicos, políticos, militares, culturales y raciales que existen entre los pobladores de unos y otros, y porque como muchos de mi generación universitaria que admirábamos a Fidel Castro, jefe de la guerrilla cubana, pensé que Daniel Ortega haría de Nicaragua un país libre, democrático y que desterraría al gobierno burgués pro imperialista. Recuerdo haber leído que a pocas semanas de la victoria revolucionarla del 19 de Julio de 1979 cayó la dictadura en El Salvador, producto del poderoso ascenso obrero y popular mediante un frágil y efímero gobierno “cívico militar”. Y que la heroica guerrilla de Guatemala aumentó sus operativos militares contra la dictadura. Por todos lados los trabajadores y estudiantes centroamericanos intentaron seguir el ejemplo de la revolución triunfante en Nicaragua. Además, que la vigorosa influencia de la revolución reabrió una vieja discusión, sobre si es cierto o no que los cinco países centroamericanos constituyen, en realidad, una nacionalidad, artificialmente dividida en pequeñas repúblicas por el naciente imperialismo norteamericano y el colonialismo inglés en el año 1840, fecha en que fue disuelta la República Federada Centroamericana. Desde entonces la historia registró la incapacidad de las clases dominantes de la época, oligarcas y burgueses, para realizar la tarea democrática más elemental: auto determinarse como nación ante la voracidad del imperialismo norteamericano e inglés. También me invade el resentimiento porque tengo muy viva en la mente una anécdota (que ahora comparto) de cuando era estudiante de la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional Autónoma de México. En el octavo semestre escogí como materia optativa el Taller de Prácticas Periodísticas I y II, que impartía los viernes –el horario de clases en la facultad era de lunes a jueves en ese 1978- el gran periodista Julio Scherer García, director de la revista Proceso. Las tres horas de clase, valga decir, eran intensas por la dinámica que imprimía. En ella se analizaban desde un punto de vista periodístico los hechos políticos recién ocurridos en México –la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la plaza de Tlatelolco, y el Halconazo el 10 de junio de 1971 en las inmediaciones del Casco de Santo Tomás del Politécnico-, el autoritarismo gubernamental, la persecución y encarcelamiento de los enemigos del gobierno y del PRI, y las dictaduras en varios países de América Latina. Scherer García nos pidió que escribiéramos la entrada de una nota informativa sobre un hecho insólito y contundente, cuyo impacto provocará conmoción. Tienen diez minutos –precisó-. En ese tiempo junto con dos buenos compañeros y amigos y una buena compañera y amiga, ya trabajaba como reportero en un periódico que circulaba en el Estado de México y que tenían su residencia en Ciudad Nezahualcóyotl, propiedad de la cadena del Diario de México. Era la escuela práctica, porque toda la información la obtenía de entrevistas. No había oficinas de Comunicación Social y, por tanto, no había boletines oficiales de prensa. En fin… Retomando la anécdota, lo que quiero referir es que con la práctica del reporteo aprendí a evaluar la información y a determinar cuál es la que da la nota, la más importante y relevante, y, de ahí, darle la redacción adecuada para obtener el resultado que se busca: crear una noticia de impacto. Pero lo que pedía Don Julio era algo insólito, que yo interprete como algo absurdo y extraordinario a la vez. Mis cavilaciones me llevaron a idear la muerte del general represivo, asesino y dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, pero no a mano de los guerrilleros que lo combatieron, pues eso no sería insólito. ¿Qué tal de un paro cardiaco? –me pregunté mentalmente. Pero ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? y ¿Por qué? Lo que resultó y redacté fue lo siguiente. El general Anastasio Somoza, presidente de Nicaragua, murió ayer a las 22:17 horas, víctima de un paro cardiaco, cuando nadaba en la piscina de su residencia. Del suceso se percataron sus guardaespaldas, al notar que el cuerpo dejo de tener movimiento. En lo personal me pareció muy buena la entrada de la supuesta nota informativa por el personaje que escogí y el impacto que tendría el acontecimiento, no obstante lo inverosímil del hecho, empero la lectura del trabajo de otros compañeros y la falta de tiempo, impidieron que se conociera en la clase lo que redacté. Más tarde, instalados en el “Jardín de los Cervezos” y comentando, como acostumbrábamos hacer, los acontecimientos de cada sesión con Don Julio, hice la lectura del párrafo y recibí felicitaciones. Por lo anterior es que me indigna lo que ocurre al pueblo de Nicaragua, me decepciona el cambio radical de Daniel Ortega, de guerrillero libertador a dictador y asesino, y me entristece que el anhelo de democracia por el que lucharon por años esté proscrito. Las protestas que iniciaron por las reformas a la seguridad social han derivado en el asesinato de cientos de personas y en más de un millar de heridos. El 22 de abril el presidente Daniel Ortega revocó las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social. Vueltas que da la vida. El otrora guerrillero que junto con miles de nicaragüenses luchara para liberar a la nación y su gente del yogo de Anastasio Somoza, a quien derrocaron en 1979, se convirtió en la peor imagen del dictador al que combatió. Ortega es hoy el tirano que reprime, asesina e impone su ley por la vía de las armas, el enemigo de la democracia que encarcela a todo aquel que osa manifestarse en contra de sus dictados y abusos de poder. El actual presidente de Nicaragua ejerció su primer mandato de 1979 a 1990 y retomó la presidencia el 10 de enero de 2007, en la que permanece hasta ahora y que espera dejar en manos de su esposa Rosario Murillo, actual vicepresidenta, en el 2021 Es, además, el líder del partido político Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), partido acusado de cometer múltiples fraudes electorales por tener secuestrados los órganos electorales del país. Antes de que fuera derrocado, como militante sandinista Daniel Ortega realizó varias actividades contra Anastasio Somoza Debayle. En 1967 fue detenido por participar en el asalto a un banco (el botín sería empleado para financiar las acciones de la subversión) siendo acusado de robo con intimidación, pasando 7 años en la cárcel, hasta ser liberado junto a otros presos del FSLN en un intercambio por altos funcionarios del gobierno de Somoza, tomados como rehenes por un comando armado. La derrota de la dictadura que la familia Somoza mantenía en el país con el apoyo de Estados Unidos desde 1934, representó el ascenso de Ortega como miembro del directorio del FSLN que se hizo cargo del gobierno, lo que lo obsesionó con el poder. Esto lo explica el hecho de que tras perder la presidencia en 1990,en las subsecuentes de 1996 y 2001no dejó de participar, y después de ambas derrotas, es en 2006, el 5 de noviembre, cuando gana y es reelecto en 2011 y 2016. En su primer periodo fue presidente once años, y en el segundo ya lleva 11 años, que se prolongará al 2021. Ortega y su esposa han decidido acallar las manifestaciones con represión pues consideran terroristas a quienes participan en ellas sin portar arma alguna. En tanto, la Asamblea Nacional, de mayoría sandinista, aprobó una ley de condena de 15 a 29 años de cárcel a quienes sean acusados de terroristas. A mi parecer, esto aquí y en China es simple y sencillamente una cacería de brujas. A pesar de que la represión, los encarcelamientos y asesinatos son evidentes como la antidemocracia de Ortega, en la entrevista que concedió a la cadena estadounidense Fox News y que fue difundida el lunes 23 de julio, Daniel Ortega, dio muestras de cinismo al negar la masacre que comete su gobierno y dijo que cumpliría su mandato hasta 2021, rechazando la posibilidad de elecciones adelantadas. Ortega desoye las protestas internas y las voces de respetadas organizaciones internacionales como la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Alto Comisionado de los Derechos Humanos, el Vaticano. Ante ello hay quienes piensan que es momento de activar los mecanismos establecidos en la misma OEA e ir buscando otras vías alternativas en los instrumentos que establece el sistema internacional de defensa de los derechos humanos, en el Alto Comisionado y eventualmente en la Corte Penal Internacional. Como corresponde, el gobierno mexicano expresó el 12 de julio su preocupación por la situación en Nicaragua y llamó al "cese inmediato" de la violencia, intimidación o amenaza, tras las últimas protestas contra el gobierno de Daniel Ortega, que ha cobrado ya decenas de vidas humanas. Pero nosotros como sociedad no hemos hecho nada -salvo, quizá, si estamos informados de lo que a diario está padeciendo el pueblo nicaragüense-, más que lamentar el abuso de autoridad y la brutal represión. No ha habido convocatoria para concentrarse en la Embajada de Nicaragua y protestar por el genocidio. No ha habido marchas del Ángel de la Independencia al Zócalo para mentarle la madre a Daniel Ortega y lanzarle mueras a su gobierno. Hacemos oídos sordos y cerramos los ojos, como si reprimir y matar fuera algo que se pueda ignorar. Pero ¡claro! Hay que entender que no se trata del triunfo de la selección mexicana de futbol ante la escuadra de Alemania. Ni del favor que nos hizo Corea para que jugara su cuarto partido de la Copa del Mundo -que perdió ante Brasil-, que motivo una bullanguera concentración ante la embajada del país asiático y dio origen a la expresión de “Coreano, hermano, ya eres mexicano”.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
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