Parte V y última Magda dio un sorbo a su café y, tras ello, adoptó un gesto serio y su voz sonó firme cuando me preguntó qué tan amigos somos Héctor y yo. El tono se suavizó un poco cuando inquirió desde cuándo y cómo nos conocimos. Si somos amigos solidarios e incondicionales o sólo de farra. Vaya cambio de plática –pensé para mis adentros-. ¿Para qué quieres saber eso? Tú también lo conoces. Es tu enamorado. Eres su amor platónico. Ya lo sé, pero me interesa saber qué tan su amigo eres, si lo estimas, si meterías las manos al fuego por él, si te interesa su vida, porque de ello depende que te haga o no una confesión. –Comencé a hablar- Es la persona más cercana que tengo. Confío en él, es mi confidente y cómplice. Nos conocemos desde jóvenes, vivíamos en la misma zona de la colonia, crecimos juntos con otros amigos y teníamos gusto por la música y el baile. Éramos novieros e intercambiábamos chamacas. Nos iniciamos juntos en la fumada y la bebida e íbamos al billar. No fuimos a la misma secundaria, él estudió en la prepa y yo en el CCH. En el tiempo del último año de bachillerato fue cuando nos dejamos de ver con frecuencia, disque por estudiar, pero más bien porque nuestras novias vivían en rumbos diferentes. Me enteré después que había entrado a la universidad a estudiar contaduría y por una de sus hermanas, que se había casado y que rentaba un departamento en la delegación Iztapalapa. Algunas ocasiones nos vimos y platicamos brevemente cuando estaba de visita con sus papás, pero cada quien estaba ya en lo suyo y aunque intercambiamos números telefónicos, no nos comunicábamos. Pero un día nos encontramos en el Metro, yo ya estaba en el vagón y él se subió en la estación Isabel la Católica. El gusto que nos dio vernos se plasmó en nuestros rostros con una gran sonrisa, un saludo de manos y un afectuoso abrazo, aunque no lo creas Magda, en un reducido espacio. Luego del cómo estás, que tal te ha ido, para dónde vas y otras cosas, acordamos en menos de cinco segundos bajarnos y salir a la calle en busca de un bar, lo que en Insurgentes no nos costó nada de trabajo. A partir de esa media borrachera en la que rememoramos muchas anécdotas, nos volvimos inseparables. Mínimo una vez a la semana nos empezamos a ver. Si se podía íbamos a la botana a la hora de la comida, a conciertos, a la presentación de libros, a cabaretear y a fiestas de conocidos suyos o míos. A su esposa y sus dos hijas las conocí como al año del reencuentro y sí, sí metería las manos al fuego por él. Es muy buena onda, solidario y leal. Estoy seguro que él tiene la misma estima por mí. Aunque, aun así, he de decirte, es reservado. Hay cosas de las que no habla, de su familia se muy poco, lo mismo que de su situación de casado, del trabajo más que nada aborda la relación con sus compañeros, de ti yo no sabía nada. Sabía de su gusto por el Lolita’s, que hizo su antro favorito, pero no por qué, jamás te mencionó a pesar de estar enamorado. De eso me di cuenta hasta la primera vez que accedí a acompañarlo ahí, por la forma en que hablaba de ti antes de tu llegada, por cómo te miraba y por el disgusto que mostró cuando le hice un comentario burlón de su situación. La verdad es que no me extraña que esté clavado contigo aunque sepa que no tienes mayor interés en él, esté casado y tenga familia. Desconozco si es feliz, si tiene buena relación con su esposa, pero lo que si te aseguro es que es una gran persona, decente, amable y educado. Es todo. ¿Tienes con eso para decirme tu misteriosa confesión? Ahora es tu turno de hablar. Quiero saber de qué se trata. Pues se trata precisamente de Héctor. No te equivocas en lo último que acabas de decir sobre su persona, decencia y educación. Desde que lo conocí en un restaurante en el que trabajé mostró ser amable, pero me molestaba e inquietaba la manera en que me miraba. No porque fuera lujurioso, sino porque me veía como si fuera una mujer de otro planeta, distinta, sin igual, y no te vayas a reír por lo que voy a decir, pero así lo siento, como una deidad a la que se contempla con sumisión. No creas que estoy alucinada. Lo que pasa es que no sé cómo explicarlo. Yo me cohibía como indiecita e inclusive llegué a sentirme ofendida y como bicho raro. Me preguntaba ¿qué tanto me mira? Y como siempre, diario y durante mucho tiempo se sentaba en la sección del restaurante que yo atendía. Un día le reclamé y dije que no me gustaba la manera en que me mira, que dejara de hacerlo o lo acusaría con el dueño para que le pidiera que se fuera y no volviera. En respuesta contestó: te veo con ojos de amor porque me gustas mucho. Estoy enamorado de ti. Vengo a comer aquí por verte, saludarte y comentar cualquier bobada contigo. Me quedó las dos horas que tengo antes de volver a la oficina para combinar el deleite de un vodka con tu presencia. No te molestes, no quiero ofenderte ni molestarte, y ahora que sabes que estoy enamorado espero entiendas porque te miro como te miro. Me quedé muda, no supe qué decir y mejor me retiré lo más aprisa posible. Jamás me habían hecho una declaración tan directa y sentida. Estaba turbada y, tiempo después, me sentía alagada. El problema es que no es mi tipo. A mí me gustan los hombres corpulentos, más altos que yo y de piel morena. Héctor es delgado, casi de mi estatura y blanco, sin llegar a ser güero. Luego me confesó que era casado y que sus hijas eran pequeñas aún, que no le gustaba el despacho en el que trabajaba a pesar de que sus compañeros son amables, porque los jefes no valoran su desempeño y que esperaba independizarse. Hasta ese momento todo estaba bien, pero cuando me pidió que saliera con él para conocernos con la firme intención de pedirme que nos casáramos o nos fuéramos a vivir juntos, eso ya no me gustó. El insistía e insistía y yo rechazaba y rechazaba. Le hice saber que no me interesaba y que no quería relacionarme con nadie, menos si estaban de por medio otras personas y la disolución de una familia. Que se olvidara de su propósito porque insistir de nada serviría y que en ningún momento quería ser responsable de su infelicidad. Trato de hacerme cambiar de parecer al decirme que se iba a divorciar, que buscaría un departamento para vivir y que se haría cargo de mis gastos. Eso era mucho para mí, no soportaba su presión, pero como todo era pura palabrería, me hice el propósito de no hacerle caso hasta que su presencia se hizo rutinaria y sus propuestas dejaron de llamar mi atención. Pero me mortificaba verlo tan desvalido ante mí, tan devoto y tan fiel a su propósito, que inclusive llegue a sentir lastima, pues ha de estar del carajo que estés enamorado locamente por alguien y que ese alguien no te corresponda. Y no lo hago porque sea mala persona o carezca de sentimientos, lo que pasa es que creo que el amor es sincero o no es amor, y no puedes fingir querer a alguien cuando en realidad no te interesa. ¿Qué crees tú? ¿Estoy mal? No. Creo que has sido muy sincera con Héctor y que su problema es no querer aceptar su situación, convencerse de que no tiene ninguna posibilidad contigo y que su único consuelo será amarte platónicamente. O posiblemente, sí está consciente de ello y se sienta a gusto y satisfecho sabiendo que en el bar te puede ver cuando quiera, que va a tener la oportunidad de estrechar tu mano y besarte en la mejilla, y que cada vez que lo veas le prestes atención. Pero, a fin de cuentas ¿a qué viene esta confesión? Si es cierto, soy el mejor amigo de Héctor pero para ti soy un desconocido. ¿Qué interés tienes en que sepa lo que me contaste? Puedes no creerlo –aclaró Magda- pero le tengo estima a Héctor. Lo respeto como persona y lo admiro como hombre por tener el valor de confesar su amor aunque lo tenga perdido. Me dolería causarle dolor. Y pensé que tal vez tú podrías hablarle y hacerle entender que ni siquiera es posible que lleguemos a ser amigos, si acaso conocidos. No creo que acepte ningún comentario de mi parte al respecto. No creo que lo que le pueda decir cambie su preferencia hacia ti y mucho menos que deje de ir al bar, pues tú y el lugar, creo que le significan el mejor momento de la semana. Te ve y está feliz, contento, sonriente, en sus ojos hay destellos de regocijo, y si no acepta la compañía de mujeres, no es porque no le gusten, sino porque estás presente. Y sí, en serio, no te gusta Héctor. No es un adonis pero tampoco está para llorar. Viste bien y tiene porte, es responsable y chambeador. Qué más puede pedirle una mujer a la vida. Sus únicos vicios son el trabajo, el vodka y tú. Es que el inconveniente soy yo. ¿Cómo que tú? A que te refieres. ¿Acaso eres casada? Le prometiste a la Virgen de Guadalupe que jamás perderías la virginidad o ¿qué? -Me miró fijamente a los ojos y unos segundos después, expresó con firme voz-. Soy lesbiana. Hice un gesto de extrañeza –primero- y de exasperación –después- e impulsivamente solté un ¡no me jodas! -que sonó agresivo-. Mejor cuéntame una de vaqueros. Si tú eres lesbiana, yo soy el latin lover de la ciudad. ¿Cómo pretendes que crea eso si trabajas en un tugurio, atiendes a clientes exclusivos como dama de compañía y tienes encuentros privados con ellos en los lugares que te indican? No irás a rezar. ¿Verdad? La indignación de Magdalena se hizo presente con un rictus en su cara. Disculpa –me apresuré a decir-. No quise cuestionarte ni quiero entrometerme en tu vida, Menos juzgarte, Solo que me tomo por sorpresa lo que mencionaste. ¿Cómo que eres lesbiana? Qué desperdicio –murmuré-. Te oí. ¿Tienes algo contra eso? Es algo natural cuando te das cuenta que no eres capaz de tener una relación heterosexual duradera y, a la vez, una decisión importante cuando no estás dispuesta a soportar malos tratos, humillaciones y violencia de parte del hombre con quien esperabas vivir parte de tu vida. Eres un machín misógino –me acusó-. No lo soy –me defendí-. Te equivocas, soy de mente abierta y lo suficientemente tolerante como para convivir con cualquier integrante de la diversidad sexual. Soy respetuoso de su forma de ser. Si susurré qué desperdicio, fue en alusión a que eras una mujer guapa y de cuerpo muy bien formado. Tienes todo por lo que un hombre haría hasta lo imposible por conquistar, lucir y disfrutar. -Ella tomó la palabra-. Hasta hace no mucho tiempo no tenía la menor idea de que mi preferencia sexual, que desde joven fue a favor del sexo masculino, pudiera cambiar por el femenino, pero varias circunstancias que se me presentaron lo propiciaron. Primero, mi ex pareja con la que viví ocho años y con la que procree a una niña, se apareció de repente un día, después de tres años, para pedirme que nos reconciliáramos y nos diéramos una oportunidad para vivir juntos. Como hubo un rechazo, él se molestó y amenazó con quitarme a mi hija. Me empezó a hostigar, a vigilar, a seguir y en una ocasión, cuando iba a salir del departamento para hacer unas compras, él estaba afuera e impidió el paso, con un empujón me hizo retroceder y caer de espalda, se abalanzó sobre de mí, me agarró del cabello y dio dos cachetadas. Te voy a dar una buena cogida para que te convenzas de que me necesitas, me decía con su aliento alcohólico, rompió la blusa al oprimir los senos y rasgó la falta con el propósito de desprender las pantaletas, penetrarme y violarme. Al defenderme le rasgue la cara con las uñas y trataba de morderlo, pero me dio un fuerte golpe en el abdomen y perdí fuerzas. Lloraba y gritaba. Un vecino y su esposa, que me ayuda llevando a la escuela a mi hija y cuidándola, aparecieron; ella lo golpeo en la nuca con un bate y él me lo quitó de encima y lo golpeó y pateó en el suelo. Fue una pesadilla. Nunca había sufrido una agresión de ese tipo. Luego, conocí a Marisol. Esa fue otra circunstancia. Nos presentó en una fiesta mi tía Esther. Yo no sabía que era lesbiana, siempre se comporta de manera natural, sin exteriorizarse en ese aspecto. Nos hicimos amigas y empezamos a frecuentarnos, a salir durante el día, pues ya ves que de noche y madrugada trabajo, íbamos al parque, al cine, a tomar un café, a algún concierto, como el de hoy, de jazz, y la pasábamos muy agradablemente. Después de sus clases en la Facultad de Sociología, diario llagaba al departamento con algo para comer y beber o probaba lo que yo guisaba. A las cuatro de la tarde nos quedábamos solas porque mi hija se iba a clases de danza y poco a popo, de manera sutil, pero con un firme propósito, Marisol propiciaba la plática sobre la soledad, la necesidad de tener a alguien junto a ti, no necesariamente un hombre, que sería mi caso, sino una persona que se interesara por ti, que te cuide, te quiera y con quien disfrutaras del sexo sin ser agredida. En un principio me sentí incomoda, pero ella hablaba desinhibida con tanta fluidez y delicadeza que pronto superé el inconveniente. Atenta siempre de mis comentarios, quiso saber sobre mis preferencias sexuales y de manera directa preguntó si había pensado en una mujer. Dije que no, ella, por qué no, y de repente ya hablábamos de las relaciones lésbico-gay que, me aseguró, es lo mejor que puede experimentar una mujer que se considera heterosexual. En esas relaciones todo es sutil, sensual y placentero porque no hay la agresividad que implica ser penetrada. Marisol me daba explicaciones lógicas, pero yo le decía que no sabría cuál sería mi reacción en caso de encontrarme íntimamente con una mujer, que no sabría cómo propiciar un encuentro de ese tipo y que, tampoco, si llegaría a sentirme satisfecha. Mis dudas tuvieron respuesta cuando ella propuso que lo hiciéramos, y me confesó que estaba enamorada de mí. Me tomo las manos, las acaricio con suavidad con las suyas, me abrazó, me besó y yo, poco a poco cedi, correspondiendo sus besos. Me siento como una mujer normal, amada, deseada, respetada y complementada al lado de Marisol. Quiere y trata muy bien a la niña, quien la llama tía, y en nada ha cambiado mi forma de ser y comportarme con las personas que convivo en el trabajo, con los vecinos y amistades. Hacia el exterior soy la mujer hecha y derecha que siempre han conocido, y en lo interior, soy la mujer que encontró en una de sus iguales, lo que antes jamás había tenido. En el Lolita’s hago una gran actuación. En mi papel de mujer soy compañía de clientes que, por supuesto, siempre proponen el encuentro sexual con el compromiso de recompensarlo con alhajas, un departamento, viajes y dinero. Sin embargo, yo dejo bien en claro que soy dama de compañía no una prostituta, y que por ese servicio en el bar o fuera cobro una tarifa. Si están de acuerdo bien, sino, no hay nada perdido. Acudo a fiestas a las que las esposas de los asistentes no van. Están presentes las amantes, damas de compañía, como yo, y una que otra sexo servidora de las llamadas de lujo. Hay ocasiones entre semana o algún fin de semana que solicitan mi compañía a comidas, cocteles o cenas que se celebran al término de reuniones de negocios aquí en la ciudad de México, en Cocoyoc, en Valle de Bravo o en Juriquilla. No mezclo los negocios con el placer, aunque esa sea una frase muy trillada. Sé que muchas personas entre los trabajadores del bar y la clientela piensan que soy una prostituta de lujo, pero están lejos de la realidad y como no me interesa lo que digan, tampoco me interesa aclarar nada. Cuento con el apoyo y protección de alguien a quien le debo mucho, y como la mayoría de los clientes a quienes acompañó lo conocen o han oído hablar de él o saben que trabaja en la procuraduría de la ciudad, no se propasan ni intentan pasarse de listos. Por eso digo que soy muy suertuda al haber llegado a este trabajo en el que me divierto, gano buen dinero, me tratan bien y respetan. Cuánto tiempo va a durar. No lo sé. Eso dependerá del tiempo que viva mi protector, quien por ciento está muy bien de salud –dice-, pues se checa medicamente dos veces al año y le hacen todos los estudios habidos y por haber. A él está amarrada mi gratitud. Pero no creas que me estoy durmiendo en mis laureles. Fuera de la renta, las colegiaturas y el gasto de la despensa, ropa y maquillajes, no tengo compromisos de dinero ni deudas, el coche ya lo acabé de pagar. La mayor parte de lo que gano lo ahorro. Quiero comprar una propiedad para construir una casa y poner un restaurante en la ciudad de León, en Guanajuato, donde tengo familia. Me gustaría un bar como el Lolita’s. Presentable, agradable, con buena atención a la clientela, damas de compañía y nada de prostitución. Pero allá la gente es muy mocha. No creo que funcione. Hay, además, muchos machines. ¿Te suena a sueño guajiro? Quizá lo sea, pero estoy empeñada en ello. Esta es mi confesión. Pues si es así, me da gusto por ti Magda. Agradezco tú confianza y sugiero mejor no decirle nada de nada a Héctor. Dejarlo como está. Feliz y contento viéndote cada jueves o quizá cambié de día al viernes para que vayamos juntos. Después de lo que me confió Magdalena-Natalia, sentí admiración por ella, pues la franqueza con que confesó su lesbianismo me sorprendió. Ni se ruborizó, ni se turbó al hablar ni mostró tener remordimientos o arrepentimientos. Por el contrario, en su voz había un dejo de alegría. Bien por ella –pensé-. Sí que es mujer de decisiones firmes, pues no ha de ser sencillo –creo- cambiar de preferencia sexual por el hecho de que el hombre con quien pensó viviría por siempre, le falló y resultó ser un patán con instinto de violador sexual. Como Héctor, me hice asiduo al Lolita´s, el bar que no deje de calificar de tugurio, ya que además de contar con la compañía de Natalia y Mía, también Magdalena-Natalia -la buenerrima estrella del bar- me complacía con su presencia. A Héctor le sorprendió que en nuestras visitas ella acudiera más frecuentemente a la mesa que ocupáramos e, incluso, ocupara una silla -lo que antes no hacía-, se sumara a la plática y bromeara. Eso lo hacía feliz aunque más allá de tomarle la mano, besarla en la mejilla y recibir una sonrisa, no tendría nada de ella. Sobre la confesión del lesbianismo, nunca le hice mención alguna. Preferí ver contento a mi amigo, a quien últimamente recuerdo mucho.
0 Comments
Leave a Reply. |
Categories
All
Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
November 2024
|