APRENDIENDO A VIVIR (IV) Quedaron de verse en el departamento a las siete de la tarde, cuando se despidieron al regresar de avenida del Taller, donde limpiaron y dejaron todo listo para la tocada que iniciaría según la invitación, a las ocho de la noche. Los primeros en llegar fueron Enrique, Tomás y Ángel, seguidos por las hermanas y primas de Esteban. Jorge llevó en su coche a Silvia, a Caro y a Carlos. Él llegó como al 7:20 con su hermana y coincidieron con los músicos que subían por las escaleras los bafles y cajas de los tambores de la bataca. Luego arribaron el Chato y Cesar. Los integrantes del grupo ya estaban listos cuando 30 minutos antes de las nueve, Gil, el cantante, pidió que se apagara el tocadiscos, suspendiendo el Sumer Time de Mungo Jerry. Se escucharon aplausos y chiflidos de la concurrencia. Buenas noches, esperamos la pasen de poca M. Somos Los Perversos y vamos a tocar lo mejor de nuestro repertorio. Comenzaron con Love me to time. No hubo una sola chava que estuviera sin bailar. La animación fue inmediata y una tras otra, las rolas contaron con el favor de los presentes. Hasta las tres chavas que acompañaban a los del grupo, le entraron al baile. Enrique y Carlos se ofrecieron para ser los primeros cantineros ocupando la cocina de acuerdo a las recomendaciones que les daban las hermanas del cumpleañero, quienes también estuvieron prestas para agitar el cuerpo igual que las amigas que invitaron. Vamos a la azotea le anunció Félix a Él. ¿Vienes? No. Pasó. Estaría bien un toquecito para disfrutar mejor la música, máxime que es en vivo. Él hizo una expresión de duda y a pesar de que tenía presente en la mente el mal momento que pasó en la casa de Enrique cuando se dio su primer toque de mota, dijo que a lo mejor los alcanzaba. Ven de una vez. Al rato ya no va a haber ni para medio churro. Hay poca y quién sabe si alguien más traiga. ¡Órale pues! Él camino hacia las escaleras detrás de Félix y ascendieron del tercer piso a la azotea del quinto. Ésta estaba invadida de jaulas cuadradas de maya ciclónica de alambre en las que había ropa tendida, por una hilera de tubos que sostenían amarradas las antenas de los televisores y, en una esquina, por un montón de cachivaches varios. Se dirigieron a la media barda de la fachada donde estaban instalados el Chato y Tomás. Él se asomó para ver el transitar de los vehículos en la avenida mientras se empezaba a dar fuego a un churro elaborado con dos sábanas para que quedara de bien tamaño. El cigarro de mota corrió una, dos tres veces hasta que fue quedando la “bacha”, misma que consumieron los demás porque Él ya no quiso, jalando fuerte y agarrándola con apenas las puntas de los dedos mojadas con saliva para no quemarse. Los Perversos interpretaban muy bien a los grupos gringos e ingleses de moda y Gil modulaba sin problema la voz para hacer una buena interpretación de cada canción. Estaba el intermedio instrumental de Born to be wild cuando entraron al departamento y vieron a todos bailando y divirtiéndose. El ambiente estaba de lo mejor. Él se situó junto a la cocina-cantina, permanecía de pie moviéndose al ritmo de la música, sosteniendo un vaso de plástico con refresco en la mano derecha. Se dio cuenta de que Sonia, la hermana menor de Salvador, morenita, guapetona y de buenas formas, se dirigía hacia donde se encontraba. ¡Hola! –Saludó Él- ¡Hola! de nueva cuenta. –Reviró ella-. ¿Qué tal la estás pasando? Espero que bien, pues hay buen ambiente y todo parece indicar que se pondrá mejor, además hubo muy buena respuesta a la convocatoria. El grupo ¿qué te parece? Sonia. La hacen bien, ¿no te parece? Ella respondió que sí y que hay mucha animación y también muchas personas, a unas ni las conozco. Mi hermano conoce mucha gente y creo que aún faltan algunos compañeros y compañeras de su trabajo. Al rato no vamos a caber. ¿Vienes por una bebida? La verdad, no. Quiero ver cómo está la cocina. En ese momento Él ya tenía la boca seca y tomó todo el contenido del vaso antes de decirle que no se preocupara. Cuando esto termine –dijo al tiempo que esbozó una sonrisa- va a quedar más limpia de lo que estaba. ¿Hasta crees? Te lo aseguro. ¿Qué tomas? ¿Refresco? Así es. Tengo mucha sed y voy a pedir más. ¿Ya te volviste abstemio o acaso estás enfermo? Ni lo uno ni lo otro. A poco porque de vez en cuando me tomo una cerveza crees que soy un vicioso. No, no creo nada. Me parece bien que no estés tomando. Así vas a divertirte y disfrutar más la fiesta. No que luego se emborrachan y… para puras vergüenzas. Cómo vez si bailamos. La música suena bien y hay que aprovechar hasta que el grupo se vaya. Nada más deja asomarme a la cocina, para ver cómo la tienen Enrique y Carlos. Para continuar con la buena vibra –se escuchó en los alta voces- va un rock and roll, Trávelin band, de Credence. Él lanzó un ¡yeah! E instantáneamente, levantó el brazo derecho e hizo la “V” de la victoria con los dedos índice y medio. Se acercó a Sonia y le hizo saber que estaba listo. Yo también. ¡Vamos! La tomó de la mano, caminaron unos pasos, se pusieron frente a frente, se acomodaron en un medio abrazo, Él puso su mano derecha en la cintura de ella, ella la izquierda en el hombro de él y ambos se tomaron las manos que tenían libres. Lo que aconteció inmediatamente fue una tragedia. ¡Qué horror! Él no se movió al momento que lo hizo ella. ¿Qué me pasa? Él se sorprendió, primero, luego estaba asustado y finalmente su semblante denotaba encabronamiento. Las manos y la frente le sudaban. Sus ojos no dejaban de ver con azoro y preocupación a Sonia. No podía articular palabra y estaba totalmente paralizado. Las piernas no le respondían a pesar del esfuerzo que hacía para moverlas. La música seguía y no podía dar un paso. Soltó a Sonia y quedose parado frente a ella, que desconcertada le preguntó ¿Te sientes bien? ¿Qué tienes? ¡Estás pálido! Con voz apenas audible por el estruendo de la música y la impotencia para hablar fuerte, le dijo que se sentía como mareado y que no podía respirar bien. Pero ni lo uno ni lo otro era porque tuviera un malestar de salud, sino que se debía, adujo acreditó, al toque de mota que se dio. No salía de su asombro por el hecho de no poder mover el cuerpo y bailar como él lo sabe hacer bien. Sonia lo tomó del brazo y la cintura para conducirlo a la silla más cercana. Él tomó asiento y ella fue a la cocina por una coca cola. Toma lo más que puedas, se te ha de haber bajado la presión. Con eso se te va a pasar. Sí. Gracias, Sonia. Ya hasta de mi enfermera la estás haciendo en lugar de estar bailando. Disculpa que te haya dejado plantada. No hay problema. Está bien. Lo que pasa es que tienes bajas tus defensas etílicas. Soltó una carcajada. No te burles ni te aproveches porque estoy indefenso. No soy una aprovechada. Pues que lastima –le expresó Él-. La verdad me gustaría que lo fueras. Terminaron la rola y el grupo se siguió con Samba Pa’ti sin hacer pausa, por lo que ninguna pareja dejó de bailar. ¿Ni esa que es tranquila, estás listo para bailar? Con voz pastosa y arrastrando un poco la lengua Él cuestionó. Ya ves cómo eres. Primero te aprovechas y ahora te burlas. Pero por el simple gusto de abrazarte podría hacer un esfuerzo. ¿Qué te parece? ¿Le entras o no? Mal, mal no has de estar porque no pierdes oportunidad. ¿Verdad? Mejor te dejo reposar un poco y cuándo estés listo me llamas. La siguiente media hora Él permaneció sentado y sacado de onda pues no lograba entender lo que le pasaba. No sentía nada en las piernas, dolor u hormigueo, pero por más esfuerzo que hacía apenas lograba mover los pies. Se frotaba con las palmas de las manos las pantorrillas y los muslos y por el tiempo que permaneció agachado, de repente se sintió mareado, como que se iba de bruces contra el piso, pero a pesar del deprimente estado de invalidez momentáneo en que derivó su segundo encuentro con la mariguana, alcanzó a colocar las manos sobre las rodillas para detenerse. Sintió alivio. ¿Qué onda contigo, por qué estas todo aplatanado? -Inquirió Carlos cuando después de dejar la cocina-cantina lo encontró sentado-. Me siento mareado y no puedo mover el cuerpo de la cintura para abajo. Estoy engarrotado. Y todo por haberme dado un pazón. No sé si esto sea normal del efecto, pero es una situación de la chingada. Me senté y no sé si pueda levantarme y sostenerme de pie, y mover las piernas y caminar con normalidad. Además tengo sed y hambre. Lo que te pasa es de risa. No te burles. No me burlo, pero es la segunda vez que le llegas a la mota y la segunda que no te cae bien. De plano no es para ti. No te preocupes, en un rato vas a estar alivianado. Te voy a traer refresco y un sándwich. Si puedes levántate y trata de componerte porque si se dan cuenta del estado en que estas, los cábulas de los cuates te van a agarrar de bajada. ¿Otra vez? Silvia y Caro, que entraron juntas al baño después de que el vocalista del grupo anunció que harían un receso de 15 minutos, cuando salieron, caminaron rumbo a la puerta de entrada del departamento y se encontraron con Él. ¿Cómo estás? No te he visto bailar. Es que pise mal y me molesta el tobillo, Silvia. Me senté para darme masaje y creo que ya pasó. Pero manténganse listas las dos porque no las voy a dejar descansar en la próxima tanda. Estoy puesta –respondió Caro, seguida de Silvia que expresó, yo también-. ¿Y a dónde se dirigen? Vamos a tomar aire fresco porque aquí adentro hace mucho calor y luego con la bailada, peor. Mejor tomen una cuba con limón y mucho hielo. O también hay agua de sabor que hicieron las hermanas de Salvador para las chavas. Y si quieren sentir correr el aire, suban a la azotea. Para lo que quieren, es el mejor lugar. ¿Sí? Sí –respondió Él-. Y ¿cómo sabes? (Caro). A poco subiste hace rato con Tomás y compañía, que de seguro fueron a fumar marihuana No salgas con que tú también ya andas en esa onda porque te dejamos de hablar. Una cosa es que tomes y otra que te metas drogas. Tú sabes que por eso Caro y yo no hacemos ronda ni con Tomás ni con Félix, además de que siempre anda con ellos el que le dicen Chato, que tiene una cara de vicioso que no puede con ella (Silvia). Sí subí, pero cuando me di cuenta que iban a fumar marihuana les dije que los veía abajo. Me ofrecieron, pero les dije que no. Ustedes saben que eso no va conmigo. Las vio instalarse en el descanso de la escalera. Días después, cuando se dirigía a la escuela en el primero de los dos camiones que tenía que abordar, meditó y concluyó: soy un completo, absoluto y lastimero idiota. Y todo por mi debilidad de carácter, por no saber decir no y rechazar lo que no estoy plenamente convencido de querer. Si en lugar de darme el toque de mota en la fiesta mejor me hubiera tomado unos tragos, no hubiera pasado la vergüenza de no poder moverme para bailar con Sonia. La vergüenza no es tanto con ella, pues casi no nos vemos, sino conmigo mismo, porque a partir de ese momento la fiesta ya no fue un disfrute, -se reprochó- Ese incidente lo lamentó Él por mucho tiempo, por años, porque sus dos encuentros con la mota quedaron marcados como los peores aprendizajes de su vida. Y de ello, dio cuenta a sus posteriores amigos cuando se llegaba a abordar en una plática el tema de las adicciones, principalmente el de la mariguana, sobre la que afirmaba, pese a los desencuentros que tuvo con ella, es menos adictiva y menos dañina que la heroína, las pastas y las drogas sintéticas. E inclusive, que el tabaco y el alcohol. Yo experimente por curiosidad, por la facilidad de acceder a un cigarro de marihuana, por voluntad propia, y no acepto que alguien afirme que se volvió vicioso porque lo obligaron. Quien es fumador de cigarros o de marihuana o ingiere alcohol o inhala tinnher o cemento o se inyecta o se da un pericaso, es porque así lo quiere y porque le gusta.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
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