El momento jamás deseado Rafael Cienfuegos Calderón No te hagas el sorprendido de que te eche en cara que te contradices, que no sostienes tus dichos y que no eres congruente. Tu falsedad ha quedado al descubierto Ahora que eres un mal querido y te has dado cuenta de ello porque en los últimos años te lo han dicho y demostrado cientos de veces, te niegas a aceptar que en efecto, como afirmabas, el amor no es para siempre y que dura lo que tiene que durar, ni un minuto más, ni un minuto menos. Hoy después de tantos errores que cometiste y no valorar lo que te daban y tenías, y de creer que te iban a querer y a aguantar para siempre, no admites que te equivocaste. Estiraste hasta el límite, no una sino muchas veces, según me confiaste, la liga de la paciencia y la convivencia entre pareja y, lo más deplorable, que tampoco quieres padecer las consecuencias. Estas dolido, aunque digas que no, porque la mujer que por mucho tiempo te demostró con afecto, atenciones y compañía el amor incondicional que te tenía, hoy te desdeña, te rechaza y te dice “ya no me interesas ni como pareja ni como hombre”. Y esto sí que cala. Aunque con ello, déjame decirte, y es lo mejor de todo, ya hay un hecho real y contundente con el que puedes demostrar que no te equivocabas al afirmar que el amor es temporal, que no dura para siempre, que no es eterno porque se desgasta, se desinteresa y muere. Que todo tiene su final. Eso decías y sostenías. Ahora te podrás poner de ejemplo para rebatir a quien diga lo contrario. ¿Que por qué te hablo así? Porque te veo acongojado y, aunque no lo aceptes, también arrepentido, porque quisieras que las cosas volvieran a ser como antes. Como si eso, acaso, fuera posible. Pero no es así. Echaste todo a perder. Tu vida y quizá también la de ella, que tal parece así es, ya que no quiere volver a tener nada contigo. Anhelas sentir la cercanía del cuerpo de la mujer a la que sabes que siempre has querido porque hizo que recompusieras tu extraviada vida de juventud, porque con ella te divertiste, pasaste buenos momentos y sostenías prolongadas pláticas interesantes y amenas, porque se arriesgó contigo que no tenías nada para ofrecerle, porque soportó innumerables ocasiones tus ausencias, tu irresponsabilidad y quizá hasta tu falta de compromiso, porque con ella creciste y te hiciste adulto, y porque es la madre de tus hijos. Quisieras que sintiera otra vez la protección, confianza y alegría, que en muchas ocasiones te confesó sentía cuando la abrazabas. Que retomaran la relación de pareja. Relación que el tiempo, la intolerancia, el orgullo, el poco interés y la cotidianidad deterioró hasta no dejar nada. ¿Hace qué? Diez, doce años, a tus cincuenta. Seguro que ahora quisieras que no fuera así, que el amor hacia ti aún existiera y perdurara para que en el proceso de la vejes no te sientas solo, para no estar como los perros en espera de que alguien se acerque y por lastima te haga un gesto y una caricia, para que tengas con quien ir a escuchar música, al cine, a tomar la copa, y aunque eso lo puedas hacer con otra, no te interesa porque lo que quieres es que sea con ella, la mujer que ha dedicado más de la mitad de su vida a vivir contigo. La situación en que te encuentras es lamentable, y por supuesto que duele. Pero ya nada puedes hacer. Las veces que has propuesto la reconciliación, te han bateado. Y a pesar de ello, insistes, aunque a sabiendas de la improbable posibilidad de que te den el sí. Es mejor que te resignes y que por el bien de los dos, trates de tener un comportamiento adecuado y no propicies discusiones. Busca la forma de conseguir su amistad, que sería mucha ganancia para ti. Aunque me has dicho que te es sumamente difícil dejar de pensar en la soledad y el abandono en que te encuentras y en lo que estarías dispuesto a hacer para recuperar lo que está ya perdido, lo mejor es que te mantengas ocupado, que te distraigas y estimules en tu mente otras cosas. Te gusta leer, dedícate a ello, te gusta escribir, pues invéntate historias que te interesen o mejor, busca a otra persona. En ti está la solución a tu congoja. No te hagas más daño. Si el arrepentimiento, la recapacitación y la valoración de lo que tenías hubiera sido antes y no ahora que todo lo tienes perdido, posiblemente otro gallo te cantara, pero él hubiera no existe y por lo tanto, ya te chingaste. Podrás gritar, chillar y lamentarte, pero eso no importa. Sigue mi consejo de amigo, búscate una novia. Ha de haber alguna mujer que te guste, acércate a ella y proponle salir. No pierdes nada, salvo que te diga que no. No busques a una jovencita. Una de edad adulta que ya haya vivido y que esté en una situación de soledad como tú, para que se reconforten mutuamente y se cojan cariño. Ja ja ja. Vas a muchos lugares solo y quiero pensar que también van mujeres solas. Tienes facilidad de palabra y temas de plática. No te propongo que sea alguien para que vivas con ella ni mucho menos que te cases. Simplemente creo que hay muchos y muchas que forman parte del Club de la Banda de los Corazones Solitarios. Tampoco que acudas al internet para hacer una cita a ciegas o que consigas a una sexo servidora, los cuales serían actos de desesperación. Una novia con la que puedas tener una relación de pareja, pero que cada uno viva en su casa, pues de lo contrario sería como salir de guatemala para entrar a guatepeor. Así podrías recomponer tu vida y dejarías de andar, como dices, de perro. Hazme caso. Te puedo presentar a una amiga del trabajo que se separó hace más de dos años, no anda con nadie, hasta donde sé, no es guapa ni fea, sí atractiva, como de tu estatura, un poco llenita, sólo un poco y para los 49 o 52 años de edad que calculo tiene, no está nada mal; es buena gente y alegre, baila bien, y no tiene compromiso con sus hijos porque ya son grandes y están casados. Vive en la Santa María la Rivera, en una casa grande y vieja, pero en buenas condiciones, que heredó de sus padres, cerca del Eje Uno Norte, y tiene coche. Dime para cuándo y armo una reunión en algún bar con su mejor amiga, que son uña y mugre, y otros dos amigos, que somos los que jalamos a cotorrear, y acudes como mi invitado. La ves y decides. Se llama Mari. No creo que no te guste. Tú dices. ¿Qué tal el viernes de la próxima semana, por la noche? A penas escuchaste, en medio del traqueteo de la máquina Olivetti en la que escribías y la música soul que escuchabas a buen nivel de volumen, los golpes en la puerta. Voy, voy, alcance a oír que decías. Un momento después, abriste la puerta y te encontraste de frente conmigo, tu amigo, a quien no veías desde el viernes, 20 días atrás, en que conociste a Mari, pues no te has hecho presente en el bar de costumbre. ¿Cómo estás? ¿Qué pasa contigo? –Pregunté-. Te pierdes. Pensaba que a lo mejor te habías suicidado, o que estarías en una profunda crisis existencial, o sumido en una insalvable depresión, pues no has dado señales de vida. Pero mírate. Me equivoque. Vivito y colando, y en tu juicio. Me enteré que estás escribiendo quien sabe qué, y que diario en las noches te clavas en la máquina a teclear hasta entrada la madrugada. Eso me agradó, ya que mantiene tu mente ocupada. ¿Quién me dijo? No te lo diré. Tú has de saber. A alguien se lo debes haber contado. ¿De qué se trata? No creo que sea algún reportaje para una publicación. Me parece que es algo distinto. Dime. Muéstrame las cuartillas. Mira, si compartiste conmigo tu situación de mal querido y de perro solitario, porque no contarme de que se trata tu escrito o escritos. ¡Bueno! ¡Está bien! No me mires así. No voy a insistir. Si no quieres decirme está bien, ya será después. Pero antes que nada, invítame una cerveza y sentémonos a platicar. Ya que estás en la cocina trae unas servilletas y un cenicero, voy a fumar. ¿Y qué tal Mari? Sé que se han visto. Ella no suelta prenda, la he sondeado y solo se ríe y me llama metiche. Pero, la verdad, se ve contenta, aunque siempre ha sido alegre, pero ahora como que más y de otra manera. Me enteré que ya saliste con ella por Estela, su mugre, en cuatro ocasiones y entre semana, excluyendo viernes, sábado y domingo, que porque los ocupas para hacer las cosas que no haces los demás días. Puros pretextos. O me vas a decir que no es así. Acaso tratas de hacerte el interesante, de darte tu importancia, cuando tú eres el que necesita que lo rescaten. Sin temor a equivocarme, estoy seguro que es por prudencia, porque no quieres involucrarte más de lo que consideres necesario. Y está bien, porque en tu estado de hombre rechazado por la mujer de su vida, dolido y derrotado por no lograr la reconciliación propuesta a pesar de que rogaste y le confesaste que la quieres, lo menos que has de querer es involucrarte sentimentalmente de más. Tienes miedo de llegar a enamorarte. Porque te gusta Mari. ¿O no es así? De otra forma no la estarías viendo. También entiendo que necesitas tu espacio para convivir con tus amigos y familiares, aunque hayas dejado de ir al bar, pero no pongas de pretexto que tienes un millón de cosas pendientes por hacer. Muestra interés y arriésgate, no mucho, solo un poco, o difícilmente vas a dejar de ser un solitario. Entiende que en Mari tendrías un consuelo, pero la tienes que atender. Dale el mayor tiempo que te sea posible y, algo muy importante, confía en ella y logra que ella confíe en ti. Acuérdate de cuándo tenías una nueva novia, no olvidabas a la anterior, pero a esta la alagabas y tratabas de llamar lo más posible su atención para que se convenciera de que lo mejor que le podía pasar era andar contigo. De eso se trata si quieres seguir adelante con tu vida. Deja atrás las causas por las que te dejaron de querer y te rechazan, y no te culpes más. Arriésgate, cabrón. Aprovecha la oportunidad que tienes con Mari. Si crees que es verdad lo que dicen, que amar es vivir ¿qué esperas? ¿Por qué te resistes? ¿Por qué te aferras a tu mujer? Nadie se muere de amor, ni por falta de amor. Más bien al amor se le toma como pretexto para justificar las cobardes actitudes que adoptan algunos mortales cuando ya no quieren vivir. Cuando tienes amor te declaras infinitamente feliz, y cuando lo pierdes eres desdichado y te sientes miserable y desdichado. Acuérdate de la poetisa y cantautora chilena Violeta Parra, quien cuando vivió con el gran amor de su vida, compuso Gracias a la Vida, y cuando éste la abandonó, descargó su ira, resentimiento y desconsuelo en Maldigo del alto cielo. Ella es el mejor ejemplo, pues su muerte fue por suicidio a causa de una profunda depresión, más no de amor. En nombre del amor, para justificar la falta de fortaleza para enfrentar un desamor, hay quienes violentan su cuerpo cortándose las venas y hasta los que se suicidan, pero estos lo que revelan más que nada es su cobardía ante la vida. Otros recurren al alcohol para disque olvidar y tener consuelo, cuando lo mejor que pueden hacer es buscar una mujer de nombre Consuelo. Te pido disculpes por mis simplicidades y la risa que estas me provocan, pero lo que quiero es que reacciones y no te dejes avasallar por no tener ya más el amor de tu mujer.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
September 2024
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