No creas que soy un sabelotodo Rafael Cienfuegos Calderón A Patricio Te pido pongas atención y escuches lo que te voy a decir. Es muy importante que lo tengas en cuenta para que tu vida sea placentera. Tengo experiencia suficiente para darte un buen consejo con la esperanza de que lo sigas hasta donde te sea posible, pues todos necesitamos conocer las experiencias de vida de los mayores en cuanto a los riesgos que conllevan las relaciones entre hombres y mujeres, de los placeres que derivan de ellas, de los amores y desamores, de las lealtades y las traiciones, de los enamoramientos a primera vista y de los platónicos, de los que nos son imposibles, de los que se pretenden sin importar que tengan dueño, y de las cosas de ellas que nos hacen comportarnos como unos verdaderos idiotas. Lo que te voy a decir son puras verdades exentas de falsedad e interpretaciones que podrías pensar, tienen la finalidad de hacer más creíbles mis experiencias o menos penosas las circunstancias en que se dieron a lo largo de mi vida. Escucha muy bien, a las mujeres hay que admirarlas, respetarlas y quererlas. Esa es la primera premisa. Ellas son la razón de existir de los hombres. Nosotros no sabríamos qué hacer sin ellas ni podríamos vivir sin ellas, no porque sean nuestras almas gemelas o la media naranja que nos complementa, sino porque simple y sencillamente nos son indispensables para sentirnos completos. Sea sexualmente, amadamente, protegidamente o cariñosamente. No te dijo que hay que idolatrarlas, aunque en muchísimos casos, convencidos o no, así lo hagamos, tampoco que hay que dar la vida por ellas, aunque estemos dispuestos a ello, o que hagamos lo que ellas dicen, nos comportemos como quieran, o estemos a su lado cuando lo pidan, aunque así sea. Para nada. Eso pondría en entredicho nuestra dignidad, nos colocaría en una situación de indefensión ante el voluntarismo de quienes a pesar de ejercer en la práctica un matriarcado, que en teoría no existe en nuestro régimen social machista, no saben qué hacer con ese poder, como conducirlo y aplicarlo para obtener de nosotros todo. Sin embargo, a ellas que son el ombligo del mundo, que tienen una fortaleza mayor a la nuestra, que son más dedicadas, responsables, honradas y trabajadoras, más humanas, tiernas y amorosas, los hombres las tenemos que cuidar y proteger, aunque no las entendamos. ¡Vaya ironía! No te parece. Esa es la segunda premisa. Pero la vida es así, la realidad así lo demanda, y nosotros que viviríamos perdidos y vagaríamos como un barco sin brújula sin ellas, tenemos el mandato natural de admirarlas, respetarlas y quererlas, como te dije en un principio, además de atenderlas y protegerlas para así, recibir de ellas, sus cuidados y bondades. Has de saber que cuando existió el Paraíso, la mujer, representada por Eva, ejerció sobre el hombre, personificado en Adán, su poder de persuasión y lo condujo a probar el “fruto prohibido”, motivo por el cual fueron desterrados del Paraíso y la humanidad fue condenada a vivir en este inmundo Mundo. Esta es la historia que cuenta la fábula sobre el origen de la vida, pero la realidad es que desde que hay vida humana, no sé si primero fue el hombre o la mujer o si fueron ambos al mismo tiempo, la fraternidad entre ella y él tiene sus asegunes, pues han habido, hay y habrán, obligaciones, compromisos, acuerdos y desacuerdos. La primera, relacionarse físicamente para dar placer al cuerpo y, en su caso, procrear, lo que implica para ella amamantar y propiciar el sano crecimiento del progenitor, al tiempo de atender y alimentar a la pareja, y mantener confortable la morada; él, por su parte, tiene que proveer los víveres y satisfactores mediante el producto del trabajo y todo lo necesario para que vivan de la mejor manera. Podría decirse que es mucho, pero eso puede ser relativo si se toma en cuenta que ambos lo tienen que hacer por el bien común. Por otra parte, tanto la mujer como el hombre pueden subsistir solos, cada uno por su lado, sin depender el uno del otro, siempre y cuando no se involucren, lo cual llega a ocurrir. Pero para mí, esa es una falacia porque la necesidad de tener a alguien, la atracción visual, física y hasta espiritual que desde siempre está presente y juega un papel importante en la vida de ellas y ellos, es lo que conduce indefectiblemente a una relación. El acercamiento y el contacto son una necesidad de los géneros, nosotros las buscamos como ellas a nosotros, pero cuando se contraen compromisos como casarse o hacer vida de pareja en unión libre, ahí está el pero, porque inicia una guerra no declarada por el control del uno sobre el otro. Se quiera o no eso ocurre y es en esos encontronazos y escarceos donde salen a flote las debilidades y fortalezas de uno y otro, y empieza a quedar claro quien depende más de quien. Puede haber mucho amor, tolerancia, comprensión, unión, lealtad y pasión, entre otras muchas cosas que hacen que dos desconocidos unan sus vidas, pero siempre está presente el dilema de quién va a ceder primero y hasta dónde cuando se presente el momento de tomar decisiones compartidas, que al final de cuentas afectan la relación y resultan menos favorables para uno que para otro. Las mujeres son voluntariosas y los hombres necios, ellas son sinceras y ellos hipócritas, ellas dóciles y ellos hoscos, ellas más maduras y ellos abstraídos, pero lo que ellas y ellos tienen en común, es que son rencorosos, vengativos, infieles, inflexibles, orgullosos, egoístas, dictatoriales, groseros, abusivos, ofensivos y un tanto cuanto maquiavélicos. No te cuento esto para espantarte o porque, como te dije antes, yo sepa mucho. Más que nada es para que tengas una idea de lo complicado que son las relaciones hombre-mujer o más bien mujer-hombre, por aquello de la cortesía, porque ante todo, las mujeres son primero. Antes que ellas, nada. Tercera premisa. ¿Ya te canse o sigo hablando? Está bien, continúo. Tal vez te parezca que exagero cuando digo que la mujer es el ombligo del Mundo. Y creo que vas a pensar que es metafísico que se considere, inclusive, que es el centro del universo en torno al cual giramos los hombres. Pero a ese grado llega la idolatría que cultivamos por la mujer, misma que se ha evidenciado mediante todas las expresiones del arte. Inspiradas por ella se han compuesto canciones cursis como Mujer, mujer divina, tienes el perfume de un naranjo en flor, escrito los poemas más amorosos como Porque me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana… esculpido su cuerpo en mármol como la Venus de Milo, pintado un rostro enigmático como el de La Mona Lisa, impreso la figura de una sex simbol como Marilyn Monroe, filmado Diez la Mujer Perfecta con Bo Derek, y creado personajes literarios inolvidables como Ana Karenina. Por una mujer –Eva-, el hombre fue desterrado del paraíso. Por una mujer -María Magdalena-, Jesús el Nazareno confrontó a Judas. Por una mujer –Elena-, se generó una guerra. Por una mujer –Evita-, un presidente argentino tuvo la simpatía del pueblo. Por una mujer –Yoko-, los Beatles se separaron. Por una mujer –Mónica-, un presidente de Estados Unidos fue infiel. Por una mujer -la que sea-, se dice la más mentirosa de las mentiras: voy a cambiar. Por una mujer –la elegida-, un hombre recompone su vida. Y por las mujeres –todas-, te estoy contando esto. Pero date cuenta que te hablo de la mujer en abstracto, del ser humano de sexo femenino dotado anatómicamente de senos, vagina, vulva, útero, ovarios y trompas de Falopio, de la que su opuesto es el hombre, y de la que se dice a partir de los 21 años de edad entra en etapa de madurez tanto física como mental. No me refiero a la mujer que nos dio el ser, nos cuidó y nos vio crecer, ni a la que llena al hombre de besos y embelesos y al terminar le cobra 500 pesos. No, sino a aquella que ilumina la vista, ocupa la mente y vulnera. La que trastoca vidas, la que arranca lágrimas, la que doblega, la que enloquece, la que motiva sueños, la que incita a matar o a quitarse la vida. Por eso te repito y óyelo bien. A la mujer hay que admirarla, quererla y respetarla, sin excepción alguna. No hay que hacerla esperar ni dejarla plantada. Mucho menos ofenderla o violentarla de cualquier forma. Eso es de cobardes y enfermos mentales, como los que las violan o asesinan, o los que las agreden física y psicológicamente. A una mujer nunca hay que decirle no, porque no hay mujeres feas, solo unas menos agraciadas que otras, hay que escucharla y tratar, siempre tratar, de comprenderla. Esta es la cuarta premisa. Por lo que veo y lo inquieto que te estas poniendo, creo que ya no quieres escuchar tanto rollo. Está bien y lo entiendo. Ya nada más otra cosa. Lo mejor para ti en este momento, es no pensar en las mujeres ni interesarte por ellas. A tu corta edad estás a salvo de sus encantos, salvo los de tu madre. Lo cual celebro. Todo a su tiempo. Ya te llegará el día. Sin embrago, desde ahora te digo que cuando eso ocurra, no busques a una mujer que sea muy bonita, porque con el paso del tiempo se le quita. Busca amor, nada más que amor. Esta sería la quinta premisa. Agradezco que me hayas escuchado con atención y sin interrumpirme. Y sábelo, siempre que necesites un consejo en relación a las mujeres, estaré dispuesto. Considérame alguien con experiencia. Alguien que sabe, está convencido y acepta que las mujeres son, para bien o para mal, la razón de vivir del hombre.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
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