El momento jamás deseado (Parte II y última) Rafael Cienfuegos Calderón Lo menos que se me ocurrió pensar cuándo me enteré que estabas escribiendo, fue que la historia versara sobre tu fracasada vida amorosa de casado y que en la trama el único culpable seas tú. Creo que tu enfoque está equivocado porque una relación de pareja es de dos y, voy a parafrasear a un célebre presidente panista “haiga sido como haiga sido” quién cometió más errores que el otro, la ruptura la ocasionan ambos. Eso es aquí y en China. ¿O acaso quieres ser el criminal del amor que por lealtad no delata a sus cómplices y prefiere ser el único culpable al que habrá de condenarse a la soledad perpetua? Tu auto culpa en nada te ayuda, como tampoco que exoneres a la que afirmas es el amor de tu vida, aunque ya no seas nada en la de ella. La realidad es que tú le hiciste tanto daño a ella como ella a ti, que la quisiste igual o más de lo que ella a ti, que enamorado como ella de ti propusiste y aceptaste el compromiso de vivir juntos, que con el mismo propósito de formar una familia crecieron y maduraron como personas. Acepta que posiblemente también ella considere un fracaso la ruptura de su relación como pareja después de los años que pasaron juntos, pues será dura de carácter, pero creo que tiene sentimientos. Todas las mujeres son sentimentales y cursis, aunque ello no quita que lleguen a ser cabronas e insensibles. La lectura de tu texto me llenó de culpas, porque qué hombre no se ha comportado como un completo y cínico cabrón con su mujer, amante o novia. No hay nada extraordinario o fuera de la realidad. Pero claro, en tu caso estás particularizando y eso es lo que me lleva a concluir que estás exagerando y te autocastigas de manera extrema. Es posible que así te sientas mejor, que de esa manera te infringes el castigo que crees merecer por no haber sabido ser el mejor amigo, esposo y amante de la mujer que afirmas cambió tu vida, pero lo hecho, hecho está y no hay nada que lo pueda cambiar. A mi entender el arrepentimiento es bueno porque reconforta y ennoblece, pero no sirve de nada ni recompone nada, ya que los padecimientos de hoy son consecuencias de los errores del ayer, y hay que enfrentarlas con ánimo, con sabiduría, y con la mejor actitud ante los avatares de la vida, evitando cometer los errores de antes o adoptar actitudes negativas. Dime algo. Acaso crees que exagero o que mis opiniones están fuera de lugar. Haber. Te voy a preguntar, ¿serías capaz de mostrar el escrito a tu mujer y pedirle que tras haberlo leído lo analice y, a partir de ahí, tengan una plática seria, sin aspavientos, sin molestias y sin hipocresías sobre la causa del fracaso de su relación? Sabía que la respuesta sería no. No porque no quieras confrontarla, sino porque en lo de la auto culpabilidad quieres ganar. Así de simple, mi querido amigo. O, ¿me equivoco? Escribiste: “a pesar de quererla mucho no fui capaz de demostrárselo abiertamente por el temor a que se aproveche, me imponga condiciones y me pida que haga lo que ella quiera; que no obstante estar enamorado de ella por su forma cariñosa de ser, por sus ojos y labios que tanto me gusta ver y besar, fui poco abierto a expresarlo; que aunque sabía de comportamientos que no le gustaban de mí los seguías adoptando, porque en mi machismo cambiar sería debilidad; que aunque me agrada estar en su compañía y oler su aroma, cientos de veces preferí a mis amigos y amigas; que aunque se oponía a que bebiera, me excedía y emborrachaba aun sabiendo que eso provocaría disgustos; y que a pesar de saber que para ella la relación sexual era amorosa y no carnal, nunca me esforcé por hacerle sentir lo mismo, porque concibo que el amor es cosa del corazón y el sexo necesidad del cuerpo”. Pura auto culpabilidad. Pura auto compasión. Entiendo a qué te refieres, pero no lo acepto. Me consuela saber que hubo años felices, no obstante que sacando cuentas, tus dichos indican que fueron más los de dificultades. Igualmente que al mencionar cómo inició la relación lo haces con tono festivo, lo que me lleva a concluir que tanto tú como ella estaban realmente enamorados, pues de otra forma no entendería como la convenciste de que se fueran a vivir juntos cuando ella era hija de familia y no tenía otro motivo para dejar lo que tenía por ti. Leo que no fue fácil que te diera el sí para ser novios. Que inclusive rogaste y te arrastraste como vil reptil. No te enojes. Acepto que lo de arrastrarte es de mi cosecha. Lo que dices es que pasó tiempo para que aceptara, pero insististe y que te aferraste porque te decías ¿cómo que no va a ser mi novia? Fuiste atento con ella como nunca antes con otra mujer, procuraste parecerle siempre un tipo interesante y divertido a través de tú plática y los chistes que la hacían reír, te afanaste por tener buen aspecto en tu persona y por mostrar que eras una persona decente. La cortejaste cantándole canciones cursis y diciendo muchas mentiras. Aceptas que hiciste muchos méritos que valoras valieron la pena porque lograste que una mujer diferente a las que habías conocido y tratado hasta entonces, y con las que llegaste a tener intimidad, se arriesgara contigo y decidiera iniciar una vida de pareja a sabiendas de que lo que conocía de ti no era suficiente para dar tan importante paso. Pero lo que no admites es que ella, la que te inspiró a escribir canciones y poemas, ya no te quiera, ya no tenga más interés por ti y te rechace. Creo que las dos cosas que más te duelen son no haber sido capaz de demostrarle el amor que dices tenerle, y acreditar que, en efecto, el amor no es para siempre. Por otra parte, no haces mención en tu historia de las infidelidades en que hayas incurrido a lo largo de los tantos años que llevas viviendo con ella. Hubo aventurillas. O ¿no? Aunque si no incluyes nada de eso, seguramente es porque no tuviste problema alguno por ello. Fuiste lo suficientemente cuidadoso para no provocar sospechas y, mucho menos, que te cacharan en la movida. Ya sé. Tomaste en cuenta y aplicaste las cualidades que, según nosotros, tiene que tener todo aquel que se considere un buen infiel. ¿Cómo era? Corrígeme si me equivoco. Discreto: ser sumamente cuidadoso, no tener ligues cerca de donde se vive ni ir a los lugares frecuentados con la esposa. Mentiroso: para exponer escusas creíbles de por qué se llega tarde e inventar algo creíble y aceptable para ausentarte. Cínico: para negar cualquier acusación una y otra vez e inclusive tener la capacidad de alcanzar tal grado de indignación para, de esta manera, revertir la situación y hacer sentir culpable a la acusadora por desconfiar, y lograr que termine pidiendo disculpas. Además, carecer de remordimientos y sentimientos de culpabilidad, y no hablar dormido. Carecer de una sola de estas cualidades es razón suficiente para ni siquiera intentar tener una aventura extramarital. Aunque, sin embargo, y lo sabemos, hay quienes se aventuran a lo pendejo y como es de esperarse, son descubiertos fácilmente. Afortunadamente tú no eres de esos. A lo anterior tendré que añadir lo que muchas veces comentamos en cuanto a lo importante que es tener bien en cuenta el motivo por el que se es infiel, ya que de ello depende que no tengas problemas o que encuentres alguna solución si los hay. Un motivo puede ser la casualidad. Que en alguna fiesta, reunión, comida, coctel o cualquier acontecimiento social, conozcas a alguien que te guste, platiquen y se diviertan, le eches los perros y acepte ir al cuatro letras y, después de eso, dejar el próximo encuentro a la casualidad. Otra causa de traición amorosa puede ser por un reto. Que de antemano te propongas, para comprobar si aún tienes pegue, alimentar tu ego y tener un pasatiempo, ligar a la mujer de la que te gustan sus formas y manera de ser para tener una relación pasajera, por un periodo de tiempo predeterminado para evitar que el largo plazo implique compromiso alguno. Esta infidelidad, estarás de acuerdo, es la de más peligro ya que si te agrada la relación y te clavas, las ausencias y el desapego a la pareja se convierten en las principales delatoras. Una más, sería la infidelidad con propósito. La que buscas con la firme intención de encontrar y tener una mujer con quien vivir o hasta para casarte, porque ya determinaste separarte o divorciarte. Aquí la discreción es lo que menos se cuida y eso es mala onda, porque es cuando por decepción o fastidio, o ambas causas, ofendes a la que será tu ex. En este caso, me parece, lo mejor es ser sincero y hacer saber a la que vive contigo que ya no quieres estar con ella. Ahora, quiero insistir en mi interés por conocer tus infidelidades. Soy de los que cree, igual que tú, que tener un ligue fuera del matrimonio es saludable y necesario de vez en cuando para tener equilibrio y variedad. Si no fuera así, ¡imagínate lo difícil que sería sobrellevar la vida conyugal o de pareja de tiempo completo! La rutina, la falta de diversidad, la pérdida de atracción y el desinterés son causales de separación. De ahí que física, mental y emotivamente, la infidelidad tiene excusa. Es sana y necesaria para mantener una relación estable entre hombres y mujeres. Pero, a ver, qué piensas de esto. Si para nosotros la infidelidad resulta necesaria, ¿también la tiene que ser para la mujer? ¿O en este caso, se justifica imponer el criterio machista? Si los hombres fuéramos justos, no tendríamos derecho de recriminarles a las mujeres que sean infieles, de seguro tendrán los mismos motivos para serlo. Pero para su mala suerte, no lo somos. El complejo de machismo que heredamos nos sega y por eso les negamos algunos comportamientos a los que tendrían que tener derecho. Somos machines y nunca vamos a aguantar que nos sean infieles, por muy en su derecho que estén, pues además de considerarlo una ofensa y una humillación, lo condenamos como si fuera un acto de prostitución. Nuestra mujer encamada, empernada y gozada por un gañan. Te imaginas ser un cornudo. Estaría cabrón. ¿Verdad? Y más, si el amante te conoce, pues cada vez que te vea va a decir, ahí está ese pendejo. Mejor cambiemos de tema. Una omisión más que encuentro, es que no involucras a tus hijos. Lamentablemente, y lo digo por experiencia y tú lo sabes también, ellos llegan a ser causa de que la relación de pareja se enfríe y deteriore, y que uno pase a segundo o tercer término. Que dejes de tener la atención de antes. Claro que culpa no tienen ellos, pues nacen porque la pareja lo decide y anhela con el propósito de formar una familia, que para aquellos que forman parte de la sociedad católica, apostólica y romana, como la mexicana, es la mayor y más importante institución que existe. Los hijos no escogen a sus padres y familiares, tienen los que les tocaron, buenos o malos, responsables e irresponsable, cariñosos y amorosos o fríos y hoscos, educados o mal educados, ricos o pobres, y no les queda más que soportarlo. Es decir, se suman y son acogidos por personas a las cuales irán conociendo poco a poco y su forma de ser, irremediablemente, va a estar determinada por todo lo que reciban. Lo siento, estoy divagando. A lo que me refiero es a que, con la justificación de que son seres indefensos cuando están pequeños, la madre se desvive por cuidarlos y atenderlos, y así siguen en su juventud y aun siendo adultos, y a ti como pareja te relega, ya no eres su principal interés. Toda su atención es para el hijo o la hija, lo mismo que el tiempo que le queda después del trabajo y, sin pretenderlo, provoca poco a poco el distanciamiento. A los hijos los colocamos en medio y con frecuencia, de manera equivocada, los llegamos a considerar contrincantes. Insisto. Ellos no tienen culpa de nada y mucho menos son los causantes del deterioro de la relación entre uno y la pareja. Quiero pensar que a pesar de tu situación de desolación, nostalgia y arrepentimiento dejas fuera a tus hijos de la decisión que tomó tu mujer de no tener ya nada contigo, y lo respeto, pero no únicamente tú fallaste. Quédate con la parte de responsabilidad que te toca y no te mortifiques de más. Aprovecha la oportunidad que se presenta para que recompongas tu vida sentimental y busca con quien hacerlo, al fin y al cabo con la mujer con la que te casaste únicamente compartes ya casa. Ahora recuerdo, por otra parte, que me comentaste alguna ocasión que sobreviviste a más de cinco amenazas de divorcio, y si hasta ahora no se ha presentado otra, posiblemente sea, déjame especular, porque aún te quieren. De seguro no como antes, porque lo que se rompe, ya no es posible recomponerlo, lo que termina, no tiene reinicio, lo que fue no volverá a ser. Pero creo que si algo. A pesar de todo lo que han pasado juntos, en las buenas y en las malas, si no se han separado para hacer cada quien su vida, es porque no quieren, no lo desean ni esperan que pase. Así es que tienes tres opciones: Una, insistir en la reconciliación, quien quita y la consigues. Dos, seguirte culpando, lamentando y vivir una vida de perro. Tres, encontrar una pareja permanente pero sin que vivan juntos. En esta vida todo tiene solución, menos la muerte, como dicen los clásicos, pero eso dependen de la actitud con que afrontes los problemas. Si tienen solución, la que sea, para que preocuparse. Si no tienen solución, menos caso tiene preocuparse. Por otra parte, sobre el escrito, debo decirte que me gusta la exposición que haces sobre el tema del desamor y que reconozco el valor que tienes para aceptar los errores que cometiste. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que asumas toda la culpa por el fracaso de la relación, posiblemente seas el mayormente responsable, pero ella, tu esposa, también lo es. Hazla participe del reparto de culpas, pues la relación es de dos y el éxito o fracaso de la misma depende de ambos. El amor dura lo que tiene que durar, ni un minuto más ni un minuto menos.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
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