La emprendedora
La libertad económica es la única que pude garantizar la libertad e independencia concreta de la mujer. Simone de Beauvoir Pienso, y no creo estar equivocada, que es poco probable o imposible que alguien entienda que vendo mi cuerpo como mercancía de placer sexual por la decisión razonada de convertirme en una mujer emprendedora que dedica tiempo, dinero y esfuerzo a un negocio que como cualquier otra actividad económica implica riesgos y exige tomárselo en serio. Lo hago porque pienso en grande para hacerla en grande. Si eso me convierte en prostituta, pues he de admitir que soy una prostituta. Lo acepto porque no me es posible explicar y hacer valer con argumentos, que del sexo-servicio puede emerger un negocio donde una sea patrona, empleada y beneficiaria económica sin que haya de por medio explotación, pues la mayoría de las personas están convencidas de que la que se dedica a vender su cuerpo es una libertina, una degenerada, una indecente, una mujeriega, y para ponerlo en palabras coloquiales pero despectivas, una prostituta, una puta, una güila, una ramera, una zorra, una golfa, una furcia, una cualquiera a la que hay que despreciar, aunque resulte ser un mal necesario en una sociedad machista e hipócrita. Y quiero hacerles saber, antes de proseguir, que ser prostituta no me molesta ni avergüenza. Además, ¿a quién le importa? Sobre eso a nadie le debo explicación. Vivo mi vida en libertad y en absoluta independencia económica. Estoy consciente del rechazo social y religioso que hay hacia esta profesión que, quiero hacer notar, tiene el crédito de ser la más antigua del mundo. Y quiero manifestar que, aunque católica, no temo a Dios ni a su castigo, pues no me asumo una pecadora. Más bien, una mujer emprendedora. Una mujer práctica. Si me prostituyo es por conveniencia, no por necesidad. Estaría en una situación muy jodida si fuera prostituta para únicamente mantenerme y sobrevivir. Y me da igual lo que piensen y digan las buenas conciencias, los hipócritas que luego de pagar por usar el cuerpo de una mujer la critican y señalan como si fuera la peor de todas, el peor de los males, una lacra o una ofensa para las mujeres decentes. Desoigo lo que las religiones de todo signo dicen de las mujeres que como yo venden su cuerpo por dinero, ignoro las etiquetas que les impone la sociedad, detesto a quienes las atacan con rabia, rechazo las excomuniones masivas para las que se dice son pecadoras y portadoras de las más bajas pasiones carnales, almas perdidas, y toda esa sarta de estupideces. Como ya dije, me prostituyo por conveniencia, no para sacar adelante a mi familia, como ocurre no con pocas, sino con la gran mayoría de mujeres, millones en todo el mundo, que a diario tras intensas jornadas de trabajo son víctimas de explotación por parte de padrotes, proxenetas, chulos o vividores y, peor aún, por policías corruptos y gente sin escrúpulos dedicada al crimen de la trata de personas, así como de malos tratos de parte de algunos clientes que resultan ser machines, depravados y violentos. La práctica de la prostitución en esas condiciones es de alto riesgo. Más que nada para quienes la ejercen en la calle o en tugurios clandestinos, porque el peligro va desde ser explotadas y golpeadas, ser involucradas en el tráfico de drogas, hasta ser desaparecidas y asesinadas. Es un trabajo que sustituye la pobreza de oportunidades para desempeñar una actividad económica digna en la que las mujeres tengan un salario redituable y acorde a la labor que desempeña, a su capacidad y responsabilidad. Hay voces, inclusive entre hombres, que se pronuncian a favor de la igualdad y equidad para la mujer, pero se olvidan de que el principal impedimento para alcanzar ambos anhelos es el machismo y la misoginia que prevalece en todos los ámbitos, el de la familia, el social, el laboral, el político y el económico, y el papel que históricamente se les ha asignado en la sociedad. Hay demasiado temor al empoderamiento de la mujer. Pero hay, también, por parte de las mujeres, falta de valor para exigir respeto, falta de decisión para decir basta y falta de iniciativa para emprender el camino a la libertad, que se alcanza y es plena hasta que se es económicamente independiente. Y es precisamente el valor, la decisión y la iniciativa lo que me ha llevado a estar donde estoy, a no depender de nadie, a no tener un jefe acosador, a no someterme a un horario y a no ganar una bicoca. Comencé por desprenderme de la preocupación del qué dirán. No me importa y me da igual lo que piensen los clientes, quienes pagan el precio que impongo y tienen que acceder a ir a la cama del lugar que yo digo, pues no voy a ninguno que no conozca. Y en eso soy impositiva. No ingiero bebidas embriagantes fuertes ni más de dos cuando trabajo ni sustancias que me lleven a perder el control, no acepto juegos sádicos, rechazo los besos por ser propensos a la intimidad y porque en mi profesión no tiene cabida, no fraternizó con nadie y rehúyo sucesivos encuentros con un mismo cliente después de haber tenido dos. Nada de intercambio de números telefónicos o de correo electrónico. Nada de comunicación. Nada de citas sexuales programadas. Mi trabajo consiste en hacer que ocurran en un lapso de tres días. Y, lo más importante, soy muy estricta con la discreción, no por el qué dirán, como ya lo dije, sino porque es una regla autoimpuesta para mantenerme en el trabajo formal que desempeño como freelance en relaciones públicas para agencias dedicadas a la organización de convenciones de negocios de turismo y congresos empresariales, y mi labor es únicamente de enlace entre el prestador del servicio y quien lo solicita, lo que me permite conocer los lugares y fechas de los eventos, acudir a ellos e involucrarme con los asistentes que van de ejecutivos a inversionistas, entre quienes hago la pesca. Asisto a los restaurantes donde van a comer y cenar, y al bar donde conviven en grupo. Me placeo y me dejo ver. Identifico dos o tres posibles clientes a quienes dibujo una coqueta sonrisa y espero a quién se anima a abordarme. Eso sí, nunca busco hombres que no sean de mi agrado. No es que tenga que ser un galán o un adonis. ¡No! Pero sí, alguien con presencia física aceptable. Nunca un gordo en exceso o un panzón que no alcanza a verse la punta de los zapatos, tampoco uno flaco o calvo, ni uno chaparro o uno muy alto. Que sea moreno o güero, da igual, que use barba o no, está bien, pero, eso sí, que tenga buen aspecto y vista con porte, y algo vital, que se muestre amable. Me dirán que soy muy exigente, y sí, sí lo soy, pero son las reglas que me he autoimpuesto porque si como prostituta estoy obligada a lucir bien en todos los aspectos para ser aceptada y tener éxito, lo mismo quiero de aquel con quien me prostituyo. Ya lo puse en claro, soy prostituta no por necesidad, sino por conveniencia. Esto me permite no relacionarme con personas que me sean desagradables a la vista o que me puedan repugnar al momento de mostrar su cuerpo, porque si bien ellos pagan por usar el mío para saciar sus deseos sexuales y yo cobro por ofrecerles el medio para que lo hagan, me tiene que ser grato, no detestable. Por otra parte, no crean que la decisión de prostituirme fue producto de la desesperación, por el contrario, la tome tras un buen tiempo de pensarlo, de analizar los pros y los contras, las posibilidades de éxito y fracaso, y luego de haber definido una estrategia de negocio. Sí, de negocio, y lo que ello implica. Soy prostituta no porque sea ninfomaníaca o sexo adicta, pues me consideró una mujer con necesidades orgánicas normales, como las del gozo de las caricias y los orgasmos. El placer es el placer. Pero cuando de trabajo se trata, me exijo estar con hombres que sean de mi gusto. Y aunque no es sencillo encontrar en cualquiera lo que una quiere, el éxito radica en la paciencia, lujo que me puedo dar porque no estoy ni sexualmente ni económicamente necesitada. Cosa que no pueden hacer muchísimas mujeres, porque si no tienen un determinado número de clientes al día no sacan para cubrir sus necesidades y la de sus hijos, si son madres solteras, o las de sus padres y hermanos, si son hijas de familia que tienen que contribuir a los gastos. Y no es lo mismo buscar clientes en reuniones o convenciones de negocio que se llevan a cabo en hoteles de lujo y requieren de una inversión en ropa, zapatos, maquillaje, perfumes, estética, gimnasio y alimentación, que en una esquina de la zona donde se sabe proliferan quienes ejercen la prostitución bajo el yugo, como ya dije, de padrotes que por una supuesta protección explotan, y de representantes de la ley que amenazan con la detención y la privación de la libertad por faltas a la moral, con el propósito de provocar temor y obtener así dinero fácil. En promedio al mes busco tener ocho clientes, cada uno por dos días, a quienes cobro una cantidad que varía dependiendo de cuál sea su actividad económica, pues como dije son ejecutivos de empresas o de bancos, abogados de firmas importantes, dueños de agencias turísticas o inversionistas, cuyas posibilidades van mucho más allá de las de un burócrata, un maestro, un albañil o un obrero, y la información respectiva la obtengo previo a un arreglo, por la norma que tengo de hurgar, de manera discreta, para enterarme en el primer contacto de lo más elemental sobre el trabajo del que me aborda. Inicio la labor después del ¡Hola! O el ¿por qué tan sola?, del ¿te puedo acompañar e invitar una bebida?, del soy fulano de tal, y de la infaltable pregunta de mi parte, ¿estás aquí de paseo o por negocio? ¿A qué me dedico?, pues a… sí, es un cargo importante que me exige viajar constantemente por el interior del país y el extranjero, el consorcio es grande. Voy a estar aquí hasta... ¿Y, tú? ¿Qué tal si me acompañas a cenar? A partir de esta información y de la valoración que haga de cómo resultó ese primer acercamiento con el interesado, determino si sigo adelante o mejor busco otro candidato. De ser lo primero, hago un bosquejo de por dónde tengo que guiar la estrategia para ganármelo, despertar su interés y lograr que surja el macho que todo hombre lleva dentro, y darle confianza para que exponga sus intenciones. Si me percato de que lo que pretende es seducirme y pasar la noche de a grapa, pongo un alto y sin tapujos, pero tampoco con brusquedad, le hago saber que cobro por prestar servicios sexuales y que como él, me encuentro en ese lugar por negocios. Si veo en su rostro una expresión de asombro, más no de rechazo, echo mano de la coquetería, de una mirada dulce y directa seguida por el paseo de la punta de la lengua por los labios, le transmito mi calor colocando mi mano sobre la suya, y con el propósito de persuadirlo le pido con un suave tono de voz que no me juzgue. Acto seguido, adopto el papel de actriz que en un acto de desvergüenza y seducción, se pone de pie para dejar el cuerpo entero a la contemplación y luego de unos breves segundos de silencioso intervalo, le expreso: Si no estás de acuerdo, lo entiendo. Perdona haberte contrariado. Será mejor que me vaya. Pensarán que es mucha presunción de mi parte, pero lo hago muy segura de mí misma y de manera profesional, porque soy guapa y tengo buen porte. No porque lo diga yo, sino porque muchos hombres me lo han dicho. Mis ojos de color café claro son expresivos, mis labios son carnosos y de regular tamaño, mi cuerpo es de 167 de estatura y está bien proporcionado con senos firmes y de regular tamaño, cintura, y piernas bien torneadas gracias a la gimnasia rítmica que practico desde hace tiempo, mi edad que es de 26 años, y siempre estoy bien presentable para el trabajo. Y todo el conjunto, afortunadamente, llama la atención y contribuye a que se cierre el negocio. Llegar a la etapa de que hablo requirió muchas horas y días de investigación para allegarme información relativa a lo que se tiene que hacer para emprender un negocio y, de ahí, pasar a definir una estrategia. No descanse hasta diseñar y personalizar una. La que fuera más conveniente, la de menor riesgo y mayor viabilidad, la que desde mi perspectiva fuera más lucrativa, aplicándola al ejercicio de la prostitución, porque ese quería que fuera mi negocio. Que si es desvergonzada la forma en que lo describo, es posible, pero ¿a quién le importa? El primer problema que encontré por ser una neófita en cuanto a negocios, fue definir cómo vender el producto, o sea mi cuerpo, porque no se trata de un perfume a exhibir en algún aparador ni es una marca que se quiera introducir en el mercado. Es un producto básico pero con mucha competencia, cuya demanda depende de la presentación, la promoción, la calidad y de su precio. Además, no va a ser para el consumo generalizado, sino para clientes exclusivos que tengan gusto por lo bueno, que no les pese desprenderse del dinero al pagarlo, y a quienes habrá que buscar en los lugares adecuados. Recurrí a revistas y sitios de internet que ofrecen información y dan consejos para emprendedores y así supe que toda empresa, sin importar el giro y su tamaño, debe cubrir requerimientos básicos para encaminarse hacia el éxito. Tuve que entender que no se necesita únicamente un plan o ganas para ejecutarlo y llegar a la meta deseada, sino que se requieren métricas que permitan ir evaluando el proceso, además de conocer el mercado en el que se va a incursionar y definir hacia dónde se van a dirigir los servicios o productos, es decir, identificar al consumidor objetivo. Debo decir que el internet me resultó una herramienta de gran utilidad porque encontré algo así como el A, B, C y supe que tenía que estar convencida de lo que hace único y diferente el negocio que pretendo iniciar y cuál es la característica por la que se diferenciará e identificará, y que si no tengo claro porqué los clientes deben elegirlo, seguramente no lo comprarán. Que tengo que tener siempre presente que la propuesta de valor no es lo importante a ofrecer sino cómo deben percibir los clientes ese valor adquirido. Que así sea un negocio pequeño mi mente debe pensar en grande. Que no hay que actuar con miedo sobre la inversión. Que es necesario conocer qué está ofreciendo la competencia. Que entre las preguntas clave que debo tener en cuenta destacan: ¿Quién es la competencia directa? ¿Cuáles son los resultados de lo que ofrecen? ¿Cuál es su precio? ¿Cómo entregan los productos? Que cuando comience a resolver estas inquietudes empezare a identificar la propuesta de valor o aspectos a mejorar. Que el dinero es el que permite a los negocios desarrollarse y que este es necesario para pagar facturas, nómina y demás. Que como pequeño negocio debo determinar un plan que me permita conocer cómo haré estos pagos de una manera óptima y oportuna. Que hay que evitar tener todo el dinero comprometido en pago de facturas pendientes, que hay que distribuirlas de manera equitativa y de una forma que ayude a ser sostenible. Y supe del riesgo que implica el cambio constate del mercado, que no hay que confiarse porque se estén teniendo buenas ventas o resultados, ya que estos sin un plan de marketing que lo respalde podrían llevar al fracaso en cuestión de días. Que dicho plan permite ser sostenible en el tiempo y permite conocer cómo enfrentar las tendencias. Que un plan desarrollado de manera óptima permite promocionar el negocio y con esto lograr ser visible para los clientes potenciales. Cómo pueden darse cuenta, no me fue fácil, pero a final de cuentas mediante el negocio de la prostitución me auto emplee y obtengo ingresos que van mucho más allá de los que percibo por el trabajo formal que tengo. ¿Por qué? Porque ni como patrón ni como empleado pago impuestos y mi negocio y yo somos de los millones que hay en la informalidad. Pero, bueno. Entre otras cosas les quiero decir que si creen que ejercer la prostitución es fácil, se equivocan. La cuestión es que cuando el acto sexual se realiza sin la pasión natural que envuelve, sin la necesidad de gozar un cuerpo varonil y sin que haya entrega incondicional, independientemente del desgaste mental que implica, está la exigencia de desproveerse de las emociones, reacciones y sentimientos reales para dar paso al necesario fingimiento, que se convierte en complemento del trabajo físico que hay que hacer para garantizar la satisfacción que el cliente busca. Y para lograr esto hay que prepararse mental, emocional y físicamente. El fingimiento implica adquirir un conocimiento sobre las formas que hay para hacerlo de manera natural, pues por tratarse de una mentira o una actuación, como se le quiera clasificar, hay que ejecutarla bien, y nada mejor que las películas eróticas para guiarse y aprender a emitir sonidos, suspiros, gemidos, decir frases cachondas sin que rayen en la vulgaridad, sorprender con expresiones exclamativas contundentes, lanzar miradas que reflejen deseo y goce, y no se diga las tres X para conocer las diferentes posiciones que hay y que requieren condición física, elasticidad y aceptación. Todo para complacer al cliente. Que quede convencido de que valió la pena el dinero que gastó y que proponga un segundo encuentro, lo cual económicamente resulta muy bueno para el negocio, y es una forma directa de certificar la calidad del producto. Lo anterior implicó un intensivo periodo de aprendizaje que me llevó a buscar qué leer pues no tenía conocimiento de los libros que tratan el tema de la sexualidad y las artes amatorias, que muchos denominarían literatura de pornografía. Entre los que me parecieron más aleccionadores destacan Los once minutos, Diario de una ninfómana. Diario de una mujer pública, La señora Rius, Moral distraída, Sin tetas no hay paraíso, Confesiones de una puta cara, Memorias de una prostituta, Prostituta de alto standing, Una mala mujer, Fucking Berlín, Estudiante de día, prostituta de noche, La agenda de Virginia, Una prostituta de lujo desvela su doble vida, Memorias de una pulga y, por supuesto, el Kamasutra, clásico que considero didáctico y de suma importancia para que quienes ejercemos la prostitución de manera profesional estemos debidamente preparadas y capacitadas para ofrecer a los clientes más de lo que esperan, que superemos sus expectativas y les hagamos sentir que no se trató solamente de un acostón, porque lo que regularmente buscan es algo diferente a lo que han experimentado y a lo que tienen en casa. Pero también recurrí a películas llenas de un alto contenido erótico como las clásicas de Emmanuelle, El último tango en Paris, La historia de O, Ocho semanas y media, Lunas de miel, Los burdeles de Paprika, Amor, Ken Park, Las mil y una noches, Crash, Lucía y el sexo, Las edades de Lulú, Bajos Instintos, Soñadores, y Las cincuenta sombras de Grey, incluida además, por supuesto, Garganta Profunda. Ésta como otras películas de sexo explícito fueron instructivas para saber qué es lo que no se debe hacer y evitar caer en exageraciones sobre los gemidos, susurros y exclamaciones previas y durante el fingido orgasmo, pues como ya mencioné, la prostitución no puede ser un negocio si la mujer que la ejerce se deja llevar por el deseo y el placer propios. Estos le están vetados con los clientes, lo mismo que los besos. Hay que aprender a actuarlos de manera natural para ser convincentes y que el cliente se sienta satisfecho y a gusto con su hombría, misma que muchos buscan reafirmar al terminar con las preguntas ¿qué tal estuve?, ¿te gustó?, ¿estás satisfecha? Pero la mejor prostituta profesional es aquella que se anticipa y le susurra al oído: “Me fascinó estar contigo”. “Me has hecho sentir como nadie”. “Nunca había estado tan a gusto”. “Me gustó como lo haces”. Palabras, puras palabras, pero que cumplen su cometido y dan su primer resultado cuando el cliente pide un segundo encuentro. Como mujer el apetito sexual lo satisfago con mi novio, al que me entrego por completo, sin fingimiento, quien, por cierto, es tan de mente abierta que acepta que ejerza la prostitución como negocio. Me conoce y confía en mí. Está cierto de que con él no cojo, sino que hago el amor, y que en el derramo todos mis sentimientos y mi fogosidad. Pensarán que tiene atole en las venas por no sentir celos o que es marciano por permitirme estar con otros hombres, pero el caso es que nuestra forma de ser, de pensar, de actuar y de ejercer la profesión se complementan porque él también se dedica a la prostitución. No es cuento. Es en serio. No podría ser de otra manera. Igual que yo tiene prejuicios como consecuencia de la educación conservadora y religiosa familiar, pero no remordimientos ni delirios de culpabilidad. Ambos nos hemos afanado por darle a nuestra actividad económica una filosofía de negocio y nos consideramos emprendedores exitosos. Él es productor y actor de películas mexicanas XXX que a diferencia de las extranjeras presentan mujeres y hombres más apegadas a la realidad. Esto es, que muestran cuerpos naturales; ellas con senos sin silicona y vello púbico, ambos con un poco de barriga y llantitas, y, ellos, dotados con un miembro que corresponde al estándar, y cuerpos que no compiten con los de alguien que hace fisicoculturismo, pero que resultan atractivos. Con él doy rienda suelta al gozoso acto del amor y practico las posiciones del Kamasutra que resultan relajantes y placenteras, y que ambos, en el ejercicio de la profesión, ejecutamos, yo con los clientes para ofrecerles algo novedoso que los saque de la rutina y hacerlos descubrir nuevas sensaciones, para ponerle un toque picante al encuentro, y, él, con las actrices porno con las que ejecuta posiciones sexuales diferentes y hasta acrobáticas y a las que debe tratar de acuerdo a las indicaciones y exigencias del director. El Kamasutra, han de saber, es aleccionador y debería ser libro obligado para la educación sexual de hombres y mujeres, ya que ofrece posturas clásicas que todo mundo debe conocer, más, una prostituta profesional. La ventaja que me da conocer y ejecutar, aunque sea una parte, de los diferentes recursos y formas que hay para tener sexo, es que hay clientes que les gusta lo nuevo y si se los propongo y proporciono sin que ellos lo pidan es un punto a mi favor. Aunque la gran mayoría, he de decir, son tradicionales y les basta con hacerlo en la postura en la que el hombre domina, él arriba, aunque en algún momento se le puede dar la vuelta, pero casi siempre para terminar la montan a una. Sin embargo, la prostituta profesional, como yo, siempre debe buscar el momento propicio para poner en práctica la experiencia e iniciar el juego amoroso a través de insinuantes flirteos y en todo momento habrá de estar atenta a la respuesta del acompañante, a sus gestos, para identificar si hay un sacón de onda, si acaso molestia, si timidez, o por el contrario, hasta júbilo, para saber por dónde hay que seguir. En cambio, los desinhibidos, tienen la tendencia a dar órdenes, que ponte así, que en esta posición, ahora de esta forma, y de esta otra, y tienen como característica que poseen un miembro más grande de lo común, mismo que, por supuesto, quieren hacer valer, cosa que no me incomoda, siempre y cuando no quieran sodomizarme, porque eso, al igual que besar, es algo que nunca acepto. En esta profesión para la que no se estudia ni requiere título profesional para ejercerla, es necesario, no obstante, tener por lo menos nivel medio de estudios profesionales para desempeñarla lo mejor posible. En mi caso, una licenciatura y el dominio del inglés, han sido de gran utilidad, y no se diga el conocimiento de la literatura universal, los viajes virtuales a los mejores lugares turísticos del país, tanto históricos como de playa y los arquitectónicos, lo que implica tener una cultura general y estar medianamente informada del diario acontecer, ya que en el ambiente de los negocios como en el que hago la pesca, los clientes no siempre buscan solo el acostón, y les resulta agradable la compañía de una mujer con la que puedan tener una plática placentera previa, al tomar la copa o al degustar una cena. Pero no nada más eso. También debe estar preparada para desempeñar el papel de psicóloga y dar una explicación respetuosa a aquellos que no llegan a tener una erección al momento del encuentro sexual por haber bebido más alcohol de la cuenta, por el remordimiento de que están engañando a su esposa o novia, por disfunción a causa de alguna enfermedad, por depresión o por la causa que pueda ser. En esos casos hay que saber cómo actuar. Salir con la tradicional frase de “no te preocupes, eso les pasa a todos”, sería una ofensa. Por el contrario, hay que buscar la forma de hacerlo hablar para que se desahogue y no se sienta frustrado ni se considere un impotente. Hay que asumir el papel de madre comprensiva y consoladora, que para alguien que como yo no tiene vástagos es difícil de desempeñar, pero que es posible aprender. Otro aspecto de importancia en el trato con los clientes, sean de la edad que sean, es ser pacientes. Hay que llenarse de toda la paciencia del mundo para mostrar empatía, no lástima, con quienes en lugar de tener sexo lo que buscan es platicar. Sí. Platicar, y no exagero. Desahogarse de la infelicidad de su matrimonio, de la frigidez de su esposa o pareja, de la pérdida de intimidad a causa de la maternidad, del desinterés por el contacto de los cuerpos a causa de la costumbre o por la falta de atractivo de los mismos sea por la obesidad, la aparición de estrías y celulitis, la presencia de cicatrices, el abultamiento del abdomen, o la pérdida de firmeza de los senos. Estos casos no son muy comunes, pero se llegan a presentar, y aunque la actitud que se debe asumir, y que asumo, es la de atenta escucha, es precisó encontrar palabras que reconforten al cliente y, de ser posible, reanimarlo para que el encuentro sexual se consume, no tanto porque si no hay nada no hay pago, no, pues el dinero se cobra siempre por adelantado, más bien es para propiciar que haya un segundo encuentro. Tras haber expuesto mi experiencia como emprendedora sexual, espero que el término peyorativo de prostitución, que reitero, no me ofende ni avergüenza, quede en puntos suspensivos cuando se trate de un emprendedor negocio que aunque no formal es profesional y de calidad. Lo que lamento profundamente es que la mayoría de los millones de sexo servidoras que hay en el mundo se dediquen a esa actividad por necesidad, por falta de oportunidades de empleo y por carecer de educación. Aunque, también hay las que lo hacen por gusto y comodidad. Por esto es que son presas fáciles de grupos delincuenciales dedicados a la explotación sexual y la venta de mujeres, principalmente jóvenes, a las que primero secuestran y amenazan, luego envician con drogas y alcohol, y finalmente obligan mediante violencia física a prostituirse sin proporcionarles cuidados sanitarios. Y lo peor es que a ninguna autoridad le importa lo que pasa con ellas. Si no, basta con tener en cuenta que en 2019 el Congreso de la Ciudad de México aprobó la Ley de Cultura Cívica que sanciona administrativamente la “prostitución”, que es una medida que discrimina y que coloca a quienes la ejercen en situaciones de riesgo. Ejercer la prostitución a partir de un plan de negocio no es fácil, pero si es posible. De eso puedo yo dar cuenta. Me decidí, me informe y me preparé para ser emprendedora en el negocio de la venta del cuerpo a cambio de una remuneración, para administrarlo y para manejar adecuadamente las ganancias. Mantengo una disciplina de compromiso y asumo el riesgo, con el único y firme objetivo de ser económicamente autosuficiente. En palabras de Simone de Beauvoir, ser libre e independiente.
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Rafael CienfuegosRafael Cienfuegos Calderón cursó la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y se inició como reportero en 1978. Se ha desempeñado como tal en el periodismo escrito, principalmente, y ha incursionado en medios electrónicos (Canal Once Tv) y en noticieros de radio como colaborador. Archives
September 2024
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